08.10.2022 | Redacción | Relato
Por: Isa Hernández
Y, cuando llegas de algún país extranjero y haces escala en el aeropuerto nacional central para volver a casa, y, deambulas por pasillos llenos o vacíos, pero que todo te parece solitario y hueco como si tú fueras el único ser viviente en ese espacio ingente. Cuando oyes la megafonía y no entiendes las palabras porque te suenan como ecos lejanos en el tiempo que no te dicen nada, y te pareces a un autómata que, sin saber cómo te ves entrando por una puerta desconocida, y con paso firme y erguido, serio y decidido te diriges al túnel que te llevará a tu avión tras largas horas de soledad, agotadas por el hastío que no te permitía ni siquiera concentrarte en la lectura de tu libro favorito que abres una y otra vez y terminas cerrándolo y lo arrimas en la bolsa plástica que llevas en la mano, donde guardas objetos inútiles que tiras a la basura al llegar a casa porque no sabes dónde colocarlos, y ni siquiera sabes cómo llegaron a esa bolsa de mano. Piensas en lo desagradable de describir esa espera, pero sabes bien que no te es ajena, que ya la has vivido otras veces, además, sabes que se podría repetir en el próximo viaje. Pero nadie lo expone, ni lo comenta, ni siquiera repara en ello, sino que aguanta serenamente porque se resigna o porque fuera una nimiedad para quien no la vive. Ni se imagina la de pensamientos que se generan sin proponérselo o tal vez porque todo ocurre por alguna causa. Pudieran ser bagatelas de la vida, cuando la vida está pasando por tu propia vida.
Imagen de archivo: Isa Hernández