LA CASA DE FIERAS: LOS ZOOS HUMANOS

22.01.2024 | Redacción | Cultura

Por: Pilar Medina Rayo

Grado en Derecho por la URJC y funcionaria de carrera

En la Casa de Fieras del Retiro no solo convivieron animales, también llegó a albergar el primer zoológico humano de España.

El concepto de zoo humano y su explotación, se le atribuye al alemán Carl Hagenbeck, que ya realizaba espectáculos con animales salvajes, incorporando a su repertorio samoanos en 1874 y nubios en 1876.

En mayo de 1887, llegaron al Parque del Buen Retiro 43 indígenas filipinos junto a algunos igorrotes, un negrito, varios tagalos, los chamorros, los carolinos, los moros de Joló y un grupo de bisayas, con motivo de la celebración de la Exposición General de las Islas Filipinas, en la que se trató de reproducir el suelo filipino con todo lo que poblaba, habiendo una amplia representación de la población nativa a través de las etnias más representativas. Cuentan las crónicas que en general fueron tratados con gran respeto, aún así fallecieron cuatro personas a consecuencia del frío o de alguna enfermedad.

Su exposición estaba junto a la Casa de Fieras y, según parece, tuvo una enorme acogida entre los madrileños, resultando un auténtico éxito en cuanto a visitantes que quedaban fascinados por su exotismo. Para satisfacer a todos los visitantes, se propuso un tranvía que daría la vuelta alrededor del parque, desde el paseo de Atocha hasta la calle de Alfonso XII, y luego paseo en coches del Retiro hasta la parte central de la Exposición. Todo este trayecto costaba diez céntimos.

Esta Exposición se enmarcaba en el contexto de las exposiciones universales que desde mediados del siglo XIX se iban desarrollando en las principales ciudades europeas. La intención de España, era la de acercar las colonias del Pacífico a la metrópoli. Con motivo de la exposición, se construyó expresamente el Palacio de Cristal, siendo éste la joya del evento y donde se albergaron las exóticas plantas traídas desde diversas partes de Filipinas.

L a Exposición fue inaugurada el 30 de junio de 1887 y presidida por la reina regente María Cristina, quien ostentaba la Jefatura del Estado. Se trataba de una muestra muy ambiciosa, que se fue gestando desde 1870 a propuesta del ministro de Ultramar, Víctor Balaguer.

Recepción al grupo de filipinos, por la reina regente, en el Palacio de Cristal. Imagen de archivo.

Para su puesta en marcha trajeron diverso y abundante material desde las islas, así como a los propios filipinos que vestían según su indumentaria típica, o lo que los europeos consideraban típico y exótico. El medio de comunicación La Ilustración Española y Americana, publicó, en referencia a los indígenas: “hacen de esta Exposición la más entretenida y agradable de cuantas en Madrid se han conocido.”

Se trató de reproducir el modo de vida de los nativos, acotándose, mediante vallas, un recinto en torno a los palacios del parque de El Retiro (Palacio de Velázquez y Palacio de Cristal), transformándose en una pequeña muestra de las Filipinas. Dentro de este recinto, se reconstruyeron varios poblados, con técnicas tradicionales, que habían traído desde el Archipiélago filipino, así como embarcaciones, animales vivos, como por ejemplo búfalos de agua y toda suerte de enseres.

Los visitantes accedían al recinto y podían observarlos en sus quehaceres cotidianos, pagando una entrada. Asimismo, podían alquilar una canoa, tripulada por un nativo, y navegar por el lago que está junto al Palacio de Cristal.

Finalizada la exposición, los nativos fueron recibidos y condecorados, en el Palacio Real, por la infanta Isabel y la reina regente María Cristina, antes de volver en barco a Filipinas.

Pero no fue esta la única exposición humana que se llevó a cabo en el Parque del Buen Retiro. En la primavera de 1900, llegaron a Madrid un grupo de esquimales, que estaban realizando una gira europea con motivo de la Exposición Universal de París.

El grupo no superaba los treinta individuos, unas siete familias en total, naciendo una niña en Madrid a la que llamaron Enuksik.

Grupo de esquimales en Madrid, en la primavera de 1900. Foto de archivo.

Los esquimales fueron expuestos, al igual que los filipinos, en el Retiro. Se construyeron chozas con huesos de ballena y pieles de foca. En ese nuevo poblado, realizaban las tareas propias de su pueblo, así los madrileños, previo pago de una peseta, podían observarles mientras curtían pieles, adiestraban perros de trineo, hacían demostraciones de caza con arpones, carreras de kayak entre esquimales en el estanque o recogían las monedas que les arrojaban con un látigo.

Para los esquimales no fue nada fácil la vida en la capital debido a la incompatibilidad entre el sofocante calor primaveral y las gruesas ropas, elaboradas con pieles, que los esquimales debían llevar con la finalidad de dar veracidad a la exposición.

Después de su exposición por distintas ciudades europeas, de la treintena de esquimales del principio, tan sólo cinco o seis lograron volver a su hogar.

Los zoos humanos persistieron hasta la mitad del siglo XX.

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