23.02.2024 | Redacción | Microrelato
Por: Pilar Medina Rayo
“De nuevo esa anciana alimentando a los gatos callejeros que mostraban poco lustre y muchas pulgas”, pensé.
Resultaba frágil por su extrema delgadez, cabello blanco y encorvada por los años. Para acallar mi curiosidad decidí preguntarle el porqué de alimentarlos.
—No es bueno pasar hambre —contestó sin mirarme—. En 1939 terminó la guerra, tenía 5 años y aún recuerdo el hambre. Mi madre y yo íbamos al economato con la cartilla de racionamiento, contando los cupones varias veces, siempre eran escasos.
»Teníamos un gato, supongo que cazaba ratones para alimentarse, pero desapareció. Lloré buscándolo por todas partes, un vecino que me observaba le dijo a mi padre: “Que no busque más la chiquilla y venga a comer un plato de arroz con liebre...”, ese día comí feliz la comida que me dieron, ¿has oído el dicho de dar gato por liebre?
Callé horrorizada. Ella continuó alimentando a los gatos...