El suelo que pisas

26.02.2023 | Redacción | Relato

Por: Rut Quintana Santana

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Esther, había nacido en territorio de nadie. Antes de que el mundo fuera repartido, antes de que las fronteras fueran delimitadas. La tierra que pisaba cada vez era más seca, los árboles ya no querían dar frutos, las nubes dejaron de pasar y el agua cada vez escaseaba más. La tierra se agrietó hasta secarse por completo, el lago donde solía bañarse ya no tenía agua, el bosque donde solía pasear de pequeña se había convertido en un cementerio de troncos. Y cuando no quedaba ninguna esperanza, Esther se vio obligada a marcharse de su tierra natal. Justo antes de pisar por última vez la tierra que la había visto crecer, miró hacia atrás y vio que alguien le apuntaba con un arma en la cabeza. Su tierra había sido arrebatada, sus ilusiones habían desaparecido. Sus ojos miraron con miedo al atacante, y para su sorpresa descubrió que el mismo miedo que brillaba en su interior, brillaba también en los ojos de aquel hombre que le apuntaba. Por un segundo, compartieron el mismo sentimiento, el mismo dolor, el mismo miedo, la misma angustia. El temor por perder la identidad, y ella le dijo. Cuando un hombre mira al otro a la cara muestra sus intenciones, pero cuando le mira a los ojos desnuda su alma. Mi intención no es matarte dijo el hombre, solo quiero recuperar lo que me pertenece, ¿y qué te pertenece? El suelo que pisas. Mi vida será tuya, pero mi alma seguirá viva en tu mirada, y cada vez que vuelvas a tener miedo recordarás mi cara. Vete y no vuelvas, le dijo el soldado y llévate tu identidad contigo, la mía ya la perdí yo hace tiempo. Tu identidad la encontrarás el día que sueltes ese arma, espetó la mujer, y cada uno siguió su camino.

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