18.04.2025 | Redacción | Escrito
Por: Pilar Medina Rayo
Autora del libro: Óbolos para Caronte
Las islas Canarias, para dotar sus templos y cubrir las necesidades devocionales de sus fieles, importaron en toda época imágenes escultóricas y cuadros religiosos. A pesar de que en los siglos XVI y XVII trabajaban en las islas entalladores e imagineros, se seguían trayendo obras religiosas desde la Península. Las mejores esculturas conservadas hoy día de esa centuria en el archipiélago son de procedencia peninsular (andaluza principalmente), flamenca o genovesa.
Entre las imágenes que llegaron a las islas durante el siglo XVII, una de las que mayor sensación causó fue la conocida como el Señor de las Congojas de Tacoronte (o Varón de Dolores), que fue llevado a la localidad tinerfeña en 1661 desde Madrid por el capitán D. Tomás Pereyra de Castro y Ayala, recaudador de las reales rentas en la Isla de Tenerife, para presidir el santuario anexo al convento agustino de San Sebastián.
En cuanto a la figura del Cristo, se trata de una talla de madera policromada que mide unos 170 cms de altura aproximadamente, atribuida su autoría a Manuel Pereira, una de las figuras más relevantes de la escuela madrileña del seiscientos. Representa, en tamaño natural, a un hombre casi desnudo abrazado a la cruz, vivo a pesar de sangrar abundantemente por sus llagas abiertas en las manos, pies, rodillas y espalda, y cuyo pie izquierdo aplastaba una calavera rodeada por una serpiente que sostiene una manzana entre sus fauces. La presencia de la calavera es consecuencia de una tradición medieval según la cual Jesús fue crucificado en el mismo sitio en que fue sepultado Adán. En cuanto a la serpiente enrollada mordiendo la manzana, desde la Contrarreforma, simboliza el pecado por el que entró la muerte en el mundo. El pie del Señor aplastando la calavera significa el triunfo de la redención sobre la muerte y el pecado.
El Cristo de Tacoronte se muestra abrazado a la cruz, estigmatizado, mientras se lamenta por los pecados del mundo y se pregunta qué más puede hacer por el hombre. Presenta un gran realismo propio de la escuela barroca, y su iconografía se postula, nada más y nada menos, que a partir de la combinación de dos obras correspondientes a dos importantísimas figuras del arte: el Jesús abrazado a la cruz de Miguel Ángel Buonarrotti, conservado en la iglesia de Santa María Sopra Minerva en Roma; y un grabado de Alberto Durero para una serie que versaba sobre la Pasión.
Esta idea de Cristo resucitado que muestra los estigmas de su sufrimiento, deviene de las visiones místicas de San Gregorio Magno (540-604). Se narra que, celebrando el Santo misa, uno de sus fieles emitió unas risas durante la consagración teniendo lugar la aparición de Jesús mostrando las heridas y atributos de la pasión sufrida. Esta visión dio lugar a la iconografía del Varón de Dolores.
El Cristo de los Dolores de Tacoronte frente a la Santa Inquisición.
La llegada a la localidad tinerfeña de esta hermosa imagen, la tercera cristológica más venerada de Canarias, surgió tal revuelo que se ocultó desde 1661 a 1662, lo que conllevó la intervención del Tribunal de la Santa Inquisición, originándose un juicio con su consiguiente prohibición al culto o incluso a procesionar. La presencia del desnudo y su inspiración en libros prohibidos, parecen ser los principales motivos del dictamen.
Tal escándalo se justificaba en la presencia de la enorme cantidad de sangre que manaba de las múltiples llagas y heridas lacerantes que presenta la imagen, algo que no figuraba en tanta cuantía en las Sagradas Escrituras, por lo que se consideró que el artista debió tomar como fuente documental los Evangelios Apócrifos, textos absolutamente prohibidos en la época.
La insólita y anómala representación de Jesucristo, causó preocupación a los comisarios del Santo Oficio de Canarias, incluso algunos inquisidores juzgaron de horrible y sangrienta dicha representación cristológica. La extrañeza de los inquisidores aumentaba ante la incongruencia de cómo podía estar el Redentor a un mismo tiempo triunfando en su Pasión y mostrar el sufrimiento patente en el cuerpo y rostro de la imagen. Consideraron que, dicho sufrimiento, no tenía sentido en un Cristo que se encuentra en un estado posterior a la muerte, es decir, ha resucitado. Dicha “irregularidad” no podía ser adaptada al texto bíblico.
Sin embargo, parece que el factor más considerado fue la desnudez de la que la imagen hace gala. A Tacoronte llegó en 1661 la representación de un Cristo casi desnudo, de estudiada anatomía y musculatura definida, clara referencia a la Antigüedad Clásica, observable en el marcado naturalismo y concienzudo estudio anatómico. Ahora, imaginemos la mentalidad de la época, llena de tabúes y oscuridad donde choca, de manera ineludible, la imagen de un hombre cuya desnudez es casi completa. De tal magnitud debió ser la impresión, que motivó ser cubierta durante todo un año, en el cual se discutió la posibilidad de si esa obra debía o no ser expuesta a los fieles o destruida.
El Tribunal del Santo Oficio encabezó el estudio de la imagen que podría conllevar su retirada para siempre del pueblo de Tacoronte, enviando a cuatro calificadores a reconocer la imagen. Este tribunal alegaba la indecencia de representar la desnudez de Cristo y la existencia de excesivas llagas, más de las que reconocen los textos evangélicos.
D. Tomás Pereyra, el caballero que trajo la talla del Santísimo Cristo, explicó a los conformantes del Santo Oficio en Canarias, que la figura recogía las nuevas innovaciones del arte cristiano que se estaba desarrollando en esa época en la España continental y que, dado el aislamiento del archipiélago canario, aún era desconocida esa tipología iconográfica en las islas Canarias. Como prueba de lo anterior, se argumentó la presencia de obras con la misma iconografía en la Capilla de los Terceros de San Francisco y en el Convento de Nuestra Señora de Atocha, ambas en Madrid, lo que zanjó la discusión el 22 de marzo de 1662.
La Inquisición autorizó el culto público y solemne a esta representación de Jesucristo. En cuanto el pueblo tacorontero pudo admirar la imagen, se convirtió rápidamente en una de las más admiradas. En poco tiempo generó una migración anual a Tacoronte, no solo del resto de localidades de Tenerife, sino de toda Canarias, la cual dura ya más de 350 años. El Santísimo Cristo de Tacoronte sigue siendo una de las imágenes más veneradas de las islas Canarias.