24.07.2022 | Redacción | Relato
Por: Isa Hernández
Mara relataba sus fantasías oníricas invadidas de inmensa belleza con el candor de su adolescencia, cuando los sentimientos rozaban casi la perfección y anhelaba que el tiempo se detuviera. El haz de luz blanca se reflejaba en la pared, frente a su cama, como una fina línea que iba cambiando de posición durante la noche. Bastaba con esa claridad para evitar la sensación de penumbra que tanto agobio le suscitaba en sus adentros, cuando las sombras rondaban sus pensamientos velados en el recóndito sentir de su alma. En la quietud de su lecho observaba adormecida, plegada y asustadiza los dibujos que en el confín de su universo se dibujaban al avanzar la noche. Se parecían a las figuras de colores que pintaba en su mente cuando se desvelaba y permanecía con los luceros brillantes como neones sin lograr cerrarlos hasta que la luz del alba borraba el reflejo del haz lunar que se colaba por la ventana y, desaparecían las sombras de la pared. Cuando despertaba quería analizar cada frase para transcribirlo en un cuaderno que empleaba para trasladar sus sueños y pensamientos, pero entonces, sin saber por qué, no podía expresarlo tal como le gustaba, ansiaba y deseaba. Intentaba plasmarlo con todas sus fuerzas, pero no le afloraban las palabras.
Imagen de archivo: Isa Hernández