29.05.2021 | Redacción | Relato
Por: Isa Hernández
Las librerías se engalanaban para celebrar la fiesta del Libro. Las gentes entraban y salían con júbilo, guardando las distancias establecidas debido a la pandemia, pero sin ocultar la ilusión de bucear por las páginas de tantas leyendas de fantasía y realidad, donde los autores plasman sus vivencias o sus quimeras. Mario escribía y llenaba páginas en blanco de dramas, comedias, o terror, y creaba personajes fantásticos que le acompañaban mientras escribía sus historias, y a veces, se hacían interminables porque no quería dejarlos y no sabía cómo acabar el libro. Para él suponía como un abandono al personaje y no podía escribir el final. Alguna vez, el personaje se superponía y no le abandonaba, y día y noche le pasaba por delante de sus ojos como si fuera una película, llegando a perturbarle. Recuerda al protagonista de “El libro blanco” que le acompañó durante años, y que, cada vez que escribía le bailaba delante como para distraerlo y evitar que se concentrara en otro personaje. Mario sonreía y paraba la narración porque en su día Darío le reportó magnas complacencias; el libro iba por la cuarta edición, y con buenas perspectivas de seguir en el candelero. Pudo comprobarlo en la fiesta del libro mientras firmaba sus últimos ejemplares y entre ellos se colaba algún ejemplar de “El libro blanco”. Por ello pensaba que, es menester ser agradecido a los personajes, en especial a los que se hacen querer y, más, cuando son ellos los que no te abandonan.
Imagen de archivo: Isa Hernández