Ecucha

04.03.2024 | Redacción | Poesía

Por: Gloria de la Soledad López Perera

Escucha,

las hojas rozan la piel de la tierra.

Allí donde surge la vida,

allí donde nacen los hijos

y los hijos de los hijos.

Escucha,

como gimen los durmientes

que abandonan sus sueños,

para caer en una realidad impuesta.

Engendrada por los que rugen

en sus despachos oscuros.

Escucha,

como arrastran sus pies

las almas sin tierra, sin patria.

Y en sus espaldas, arqueadas por el peso,

portan todos los males infringidos

por los que ajustician sin ley.

Escucha,

el llanto de las madres

al dar sepultura a sus hijos.

Los gritos de las gargantas

agotadas de tanto gritar.

Los lamentos que recorren

los caminos del destierro.

Escucha,

no, tú no quieres escuchar.

Tú tienes denominación de origen,

te declaras puro y limpio,

pero las aguas empozadas

hieden a tu alrededor.

Entonces mira.

No, tú no quieres ver

y menos molestarte en mirar.

Tapas los ojos con vendas

que como sudarios permanecerán

recordándome tu omnipotente ceguera.

Pero al menos actúa.

No, tú no deseas actuar.

Salvo cuando el interés

te levanta la mano que firma

un trozo de papel a cambio

de unos segundos más en el poder.

Escucha,

como se llaman unos a otros,

en la unión de una penitencia

cada vez menos llevadera.

Pronto llegarán a tu casa,

a tu pueblo, a tu ciudad.

Sabes que son muchos,

pero no sabes lo que harás.

Escucha,

se alejan ya.

Ahora respiras tranquilo

aquí no se quedarán.

Sus pasos los llevan muy lejos,

a otro sitio, a otro lugar.

Marchan con sus pertenencias,

con sus sueños, con sus pecados,

en las maletas carcomidas por la edad.

Mira,

en la lejanía los ven llegar.

Otros pueblos se ven peligrar.

Cierran las fronteras

y muros más altos levantarán.

Corre,

huye al refugio.

Donde vigilarás en la distancia,

donde te librarás de la cruenta batalla.

Escucha,

la lluvia moja la tierra.

El cielo llorando está,

por los hijos de los hijos

y por toda la humanidad.

 

 

 

 

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