Casa de muñecas

06.12.2020 | Redacción | Relatos

Por: Isa Hernández

De pequeña soñaba con una casa de muñecas donde pudiera guardarlas para que duraran todo el año. Siempre le pedía una muñeca a los Reyes Magos. Todas se rompían cuando las bañaba porque eran de cartón y no lo sabía, nadie me lo enseñó, y lloraba a solas porque me quedaba un año entero sin muñeca. Cuando lo descubrí simulaba que las lavaba sin agua y sonreía con ellas. Nos abrazábamos por las noches y sentía calor, compañía y dicha. Ellas me daban el cariño que necesitaba y ya no me sentí sola nunca más. Les ponía nombre, y parecía que ellas me respondían cuando las llamaba, como si tuvieran vida; me miraban con fijeza y con sonrisa generosa. Blanca era mulata con ojos azabache y el pelo rizado, llevaba un lazo color esmeralda haciendo juego con el vestido, era la más pequeña de las tres y la más mimosa. Lucía, pelirroja con pelo corto color naranja y ojos azules como el mar, tenía muchas pecas, el vestido era naranja como el pelo; alta y elegante, parecía una modelo. Alma, rubia como el trigo, con el pelo largo hasta la cintura, lo llevaba suelto con una diadema de brillantes; los ojos esmeraldas, y la boca rubí, con su vestido largo dorado parecía una diosa. Las tres llevaban zapatitos dorados con hebilla. Eran de cartón, pero me sentía afortunada por tenerlas y, esperaba que los reyes me trajeran el cochecito que les había pedido, para poder pasearlas a las tres juntas. Las guardaba en una caja de zapatos, no sé si alguna vez los reyes me traerían la casa de muñecas, para darles el lugar que les corresponde. Por ahora las paseaba de una en una. Les he prometido que pronto saldríamos juntas las cuatro. Ellas se lo merecían.

Imagen: Isa Hernández | CEDIDA

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