26.09.2020 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
Mucho tiempo pasará para que los españoles asimilemos la nueva cultura empresarial (teletrabajo) que ya ha comenzado en España, con motivo de la pandemia del coronavirus. Ni que decir tiene, que para el mundo Occidental, en concreto Europa, el teletrabajo está resultando bastante incómodo para la ciudadanía, la cual se ve impotente a la hora de poder solicitar una cita previa en cualquiera de los sectores gubernamentales o de la Sanidad Pública y privada.
Sin duda, la COVID-19 ha provocado un nuevo cambio en la cultura empresarial de España. Es por ello, y con la llegada de esta nueva cultura empresarial en todas las ramas profesionales, millones de ciudadanos de las distintas autonomías de España se muestran incómodos al no poder solucionar sus respectivos y distintos problemas o cumplir con sus obligaciones con los ayuntamientos, Seguridad Social, Hacienda y empresas privadas.
Por otro lado, según recoge el programa Leader, el teletrabajo es una realidad cada vez más impulsada por la evolución tecnológica y por la integración de los canales de comunicación de las empresas. No es un concepto nuevo, ya tiene unos cuantos años, pero, sin embargo, en España, a pesar de sus numerosas ventajas, tiene todavía poca implantación. El motivo es la desconfianza del empresario hacia esta nueva forma de trabajar.
En España subsiste un modelo empresarial basado en un estilo de liderazgo que divide la empresa entre trabajadores con fichaje y jefes, creando una distancia entre ambos estamentos que genera desconfianza y la necesidad que siente el empresario de mantener un control sobre las horas de trabajo de sus empleados. La desconfianza acaba siendo mutua y esto no beneficia a la empresa y reduce el compromiso del trabajador con ella, la hace menos productiva que una empresa basada en la colaboración y comunicación entre todos sus elementos, y con una serie de objetivos a alcanzar en unas fechas determinadas.
Hoy en día no se trata de controlar sino de crear equipo. Entender que la empresa es un equipo y como tal debe funcionar; sin confianza esto no es posible. Empleados y directivos están en el mismo barco, con un proyecto común. La nueva coyuntura tecnológica y social exige un cambio en las relaciones laborales, así como en otros ámbitos de la empresa.
Un empleado al que se le da confianza y apoyo será, sin duda, más productivo que uno al que siempre se le está controlando y cuestionando. Está demostrado que la satisfacción del empleado incide directamente en su productividad, la calidad de su trabajo y su compromiso con la empresa. Coloquialmente hablando: «da buen rollo y recibirás buen rollo» -aunque siempre haya algún borde-.
Y si confiamos en nuestros trabajadores y en su trabajo, no nos tiene por qué importar desde dónde trabajen o cómo se organicen el horario si al final del día o en el plazo X, el trabajo está realizado satisfactoriamente. No hay que olvidar que el modelo de negocio tradicional ya no ofrece garantías en un nuevo entorno global y que la competitividad viene directamente de la mano de la innovación. Las empresas que habitan y quieren sobrevivir dentro del nuevo ecosistema que es la Sociedad de la Información deben adaptarse y mimetizarse con aquellos valores que la caracterizan: colaboración, movilidad, comunicación, continuos cambios e innovaciones, democratización, pluralidad, intercambio de ideas y conocimientos…
De esta forma, el teletrabajo se ajusta a estas necesidades y estas transformaciones, digamos que «está en la misma onda», en la misma senda evolutiva. Responde directamente a uno de los factores fundamentales del cambio dentro de la estructura empresarial y tecnológica, la movilidad, una tendencia en expansión en la actualidad y que tenía que llegar al seno de las compañías.
Las ventajas que ofrece a empleados y empresa deberían hacer cambiar la mentalidad de muchas organizaciones aferradas al modelo tradicional de negocio:
Reduce los gastos de las oficinas. Permite al trabajador conciliar mejor su vida laboral y personal. Aumenta la satisfacción del trabajador y reduce su estrés. Se reducen las rotaciones entre empleados. Permite al trabajador elegir libremente su residencia. Acceso a un mercado laboral global. Reduce la contaminación atmosférica. Reduce el absentismo.
Al trabajar desde casa -o desde dónde se considere oportuno-, los gastos de las oficinas se reducen (electricidad, costes de vehículos de empresa, costes de espacio en la oficina…). Además las empresas amplían sus posibilidades de contratación a todo un mercado global, con muchas más opciones y posibilidades de encontrar el perfil deseado, dando cobertura 24 horas al día.
Para el trabajador supone ante todo la posibilidad de conciliar vida laboral y personal, una tendencia cada vez más demandada. Para la llamada «generación facebook» que trabaja constantemente con la tecnología, el telecommuting (teleconmutación en español, o teletrabajo) será parte de su forma habitual de trabajo. El teletrabajador trabaja en un entorno más relajado y agradable, lo cual incide en su concentración y, por tanto, en su resultado y productividad.
Mejora sin duda su calidad de vida, permitiéndole evitar horas puntas de tráfico y gastos de desplazamiento eliminando el estrés. Además se ahorran el tiempo que se desperdicia en esos traslados diarios pudiéndolo emplear en otras actividades. Al reducirse los desplazamientos de los trabajadores en las ciudades se evitan las congestiones de tráfico y, por tanto, se reduce a su vez la contaminación.
Como resultado de todo ello, el trabajador está más satisfecho y es más productivo. Grandes corporaciones han comprobado que el teletrabajador trabaja más horas y es más leal a la empresa permitiéndole a ésta retener talentos.
Desde las Cámaras de Comercio se aboga por promover la flexibilidad funcional, geográfica y horaria con mecanismos que propicien la movilidad, entre ellos el teletrabajo. Muchas de las Cámaras apuestan firmemente por esta nueva modalidad laboral e impulsan su implantación en las empresas a partir de programas piloto, asesoramiento o jornadas informativas para las empresas que lo deseen. El gran interés que despierta radica en que puede suponer grandes ventajas competitivas para las empresas. Un estilo de empleo orientado a los resultados, con total libertad para administrarse horarios y el lugar de trabajo.
Pero para aprovechar todas las ventajas y beneficios que ofrecen las TIC y sus numerosas aplicaciones y servicios, se hace fundamental la innovación dentro de las empresas. Si nuestras empresas no son capaces de subirse al tren y lo pierden, sin innovación, no habrá recuperación económica, estaremos siempre por detrás de los demás perdiendo competitividad. Así que, por nuestro propio bien, hay que cambiar el «chip».