Lugares "especiales"

03.05.2018. Redacción | Opinión

Por: Paco Pérez

pacopego@hotmail.com

No sé si a ustedes les ha pasado alguna vez, supongo que sí, el hecho de tener determinadas sensaciones extrañas al visitar determinados lugares "especiales", por llamarlos de alguna forma.

Por ejemplo, he visitado ciudades en la Península Ibérica y en algunos países europeos en los que me he sentido como en casa, como por ejemplo en la encantadora Lisboa o en cosmopolita Londres.

No me digan cómo ni por qué, pero en esas dos capitales, la lusa y la británica, siempre me he sentido a gusto y sé en cada momento por donde transito y me oriento perfectamente, como si las conociera de toda la vida.

En cambio, por poner un caso completamente contrario, a mí la capital checa, Praga, me desilusionó de manera notable. Me habían hablado tan bien de la ciudad de las cien torres, del puente de Carlos y de otros muchos atractivos, como el del "orloj" de la plaza del Ayuntamiento, que esa población no respondió a mis expectativas.

En cambio, a mi difunta madre le encantó Praga, hasta tal punto que la visitó tres veces en pocos años, seguramente por la tremenda devoción que le tenía al Niño Jesús, representado allí por una famosa y pequeña talla religiosa de procedencia española.

No sé si todo ello depende de los estados de ánimo que uno tiene cuando viaja o de determinadas energías extrañas que pululan por el ambiente de los sitios que uno visita.

Recuerdo que en mi primer viaje a El Hierro, a finales de los años setenta del pasado siglo, un grupo de personas recorrimos la Isla en un Volkswagen "escarabajo" de alquiler de la cooperativa de taxistas de Valverde y fuimos al santuario de la Patrona insular, la tan querida Virgen de los Reyes.

Al entrar en él, una de las excursionistas sintió un rechazo enorme del lugar y tuvo que salir inmediatamente del recinto, porque empezó a encontrarse muy mal, de una forma muy misteriosa.

Nunca supe a que se debió esa reacción tan sorprendente como extraña en esta chica, que puedo asegurarles que es una persona normal y corriente. Sí puedo suponer ahora que allí dentro había, cuando visitamos el santuario, algún tipo de energía negativa de procedencia desconocida.

Les estoy contando esta extraña anécdota de ese lugar "especial" y, recordando la escena cuando escribo estas líneas, se me ponen los vellos de los brazos de punta, porque aquello sigue siendo un enigma para mí, que nunca había contado antes a nadie.

No creo en "cosas raras", pero haberlas, las hay, amables lectores. ¿No piensan ustedes lo mismo?

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