15.04.2020 | Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
Desde hace más o menos un año, un reducido grupo de amigos y conocidos de La Laguna nos reunimos todos los lunes en la cafetería del Hotel "Nivaria", el antiguo palacete de los marqueses de Celada, en la Plaza del Adelantado Fernández de Lugo, en una especie de tertulia en la que comentamos los más diversos asuntos de actualidad, anécdotas de personajes de Aguere, sin faltar los recuerdos personales y algunas historias de la antigua capital del Archipiélago, que es hoy patrimonio mundial de Humanidad, distinción que la Unesco le concedió en 1999.
Los más habituales a la tertulia del Nivaria somos Domingo Medina, antiguo dirigente del PSOE tinerfeño, ex teniente de alcalde y consejero del Cabildo Insular; Manuel Luis Ramos, piloto de aviación, ya jubilado; Ramón Álvarez Colomer, abogado y veterano alto funcionario de las Administraciones estatal y autonómica, y quien esto escribe, que como ustedes saben, es un periodista de provincias.
A esta reuniones también acuden, de vez en cuando, también acuden Miguel Lavín, antiguo directivo de "Iberia"; el empresario Domingo Peña; el funcionario y músico profesional Toño Reyes; el inspector de policía y ex-concejal de ATI en el Ayuntamiento de Santa Cruz, Basilio Franco, así como el actual presidente del Orfeón "La Paz", Esteban Afonso entre otros.
Las mañanas de los lunes son para los tertulianos algo sagrado, porque esas reuniones sirven para mantener un contacto periódico entre nosotros, ya en la reserva laboral por cuestiones de edad o invalidez, y para cambiar impresiones sobre las cosas durante un buen rato, ya que nos solemos reunir sobre las nueve y media de la mañana y las conversaciones se alargan casi siempre hasta bien llegado el mediodía.
Como es lógico, por razones obvias, estas reuniones han sido suspendidas hasta que termine el confinamiento domiciliario de la población, para evitar la propagación de la pandemia ocasionada por el bichito llamado Covid-19, el maldito coronavirus de triste actualidad.
En el transcurso de este tiempo de cautiverio, los miembros de la tertulia nos comunicamos por teléfono para intercambiar opiniones y, particularmente, para matar el "mono" de los lunes, porque parece como si nos faltara algo cuando comienza cada semana.
En una época en la que padecemos mucho estrés, porque se hace casi todo de manera apresurada, estos encuentros sirven para serenar el espíritu, para reírnos un rato y para intentar arreglar el mundo, objetivo que aún no hemos conseguido, aunque no perdemos nunca la esperanza de lograrlo.
Cualquier tertulia en donde se intercambien opiniones y donde se respeten por encima de cualquier otro concepto las ideologías y los distintos pareceres de cada uno de sus miembros, creo que enriquece a las personas, y para todos los que acudimos nos sirve como un bálsamo espiritual, a pesar de nuestra diferencias --que las hubo, las hay y las habrá-- y creo que todos aprendemos de los demás.
Les puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que los tertulianos estamos ansiosos porque termine el confinamiento y podamos volver a reunirnos el primer lunes hábil. Y es que los hombres nunca dejamos de ser niños.