09.02.2019 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
Ni que decir tiene, que el seguimiento de Julen, el niño que tuvo la desgracia de caer dentro de un pozo en Totalán (Málaga), conmocionó al mundo. Sin embargo, y durante 13 días, muchos medios de comunicación hicieron un largo y minucioso seguimiento de este triste suceso. Treces días que se convirtieron en un carrusel mediático sin precedentes, donde las noticia se convirtieron cansinas y despiadadas, sobre todo al invadir los momentos privados de dolor de los padres del Julen. Otro de los casos tristes que también tuvo una importante repercusión mediática fue la del niño Gabriel Cruz (Pescaito), asesinado en Almería por Ana Julia Quezada; lo que motivó una conmoción generalizada en España y en muchos lugares del mundo. Muchos medios hicieron de estas desgracias una especie de telenovelas y revistas sensacionalistas. Más que informar, muchos de ellos se dedicaron a ver quién más tenía audiencia en sus respectivos medios de comunicación.
Por otro lado, y sumándome a las condolencias de esos niños desparecidos y asesinados en España, no podemos olvidar que en otras muchas partes del mundo también hay niños que han sido víctimas de de muertes violentas y sobre todo los que han sido engullidos por las fauces del Mar mediterráneo. Hay que recordar un dos de septiembre, hace 4 años, la agencia Reutersdistribuía una imagen que en poco tiempo se convertiría en un símbolo del llamado drama de los refugiados. La fotógrafa turca Nilüfer Demir inmortalizaba para la posteridad el momento en el que la Policía de Turquía recogía a un niño con camiseta roja turca de Bodrum. Ese niño se llamaba Aylan Kurdi y tenía tres años. Junto al él fallecieron su hermano de cinco años, Galip, y su madre, Rehan, además de al menos otros doce sirios -seis de ellos niños- que viajaban desde Turquía en dos botes con destino a Grecia para huir de la guerra que desde hace cinco años asola Siria.
Por otro lado, y si fijamos solo en las cifras, los números abruman: más de 5.000 personas han muerto en el 2016 en el Mediterráneo buscando refugio en Europa, huyendo de guerras, hambre y persecución. Según datos de la Organización Internacional para la Migración (OIM), en el 2015 fueron 3.777 los ahogados registrados, y 3.279 en el 2014. Es por ello, que al menos 640 niños migrantes han muerto en el Mediterráneo desde 2014, según alerta Save The Children. Desde entonces, tal como señalan los datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la cifra de niños y niñas ahogados cuando trataban de llegar a las costas europeas, no ha dejado de aumentar y podría ser mayor, ya que muchas de las desapariciones que se producen no están certificadas ni documentadas.
Save The Children recuerda que España, con el 42 % de todas las llegadas durante el año, ha recibido la llegada de personas migrantes por vía marítima en agosto en un volumen que supone "más del doble que el de Grecia y más de cuatro veces el de Italia". La organización advierte de que los niños y niñas migrantes y refugiados, especialmente los que viajan solos, son los más vulnerables en estos desplazamientos por mar y tierra frente al riesgo de sufrir explotación, violencia y tráfico de personas.
"Es necesario que el Gobierno lidere un cambio de políticas migratorias que permita a los niños y niñas refugiados buscar protección en Europa a través de vías legales. No podemos permitir que más niños sigan poniendo en riesgo sus vidas en el mar o en manos de las mafias", reclama el director general de Save the Children, Andrés Conde.
Ni que decir tiene, que lo del Mediterráneo es una tragedia europea, pues quienes mueren son sirios, raquis, libios o afganos que solo quieren dejar atrás la guerra y el mismo terror que este año ha golpeado ciudades como Berlín, Niza y París. Pero quienes hasta el momento han sido incapaces de gestionar la emergencia y de resistir con principios claros e insobornables el resurgir del fascismo ha sido esta vieja Europa que ve impasible cómo su mar Mediterráneo se tiñe a diario de sangre. Más de 5.000 muertos en un año. Más de 5.000 historias. Más de 5.000 peticiones de ayuda desoídas. Más de 5.000 motivos para exigir de una vez toda a los Estados una reacción.
Así pues, toda desgracia personal, cuyas pérdidas han sido por asesinatos, guerras, accidentes, hambre y evasiones en busca de la libertad, siempre fueron y serán pérdidas irreparables y tristes para las familias. Pero no debemos olvidar que ellos también fueron niños y que dejaron sus vidas en medio del Mediterráneo por buscar un mundo mejor.