25.12.2021 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
Reconozco que antes de entra en el comienzo del siglo XXI, el mundo iba a mejorar en muchas cosas, especialmente en lo que respecta a las miserias, pobrezas, guerras bélicas, leyes de dependencias, políticas más cercanas y comprometida con los pueblos del mundo; más sensibilidad, solidaridad y humanidad, que motivaran vivir en un mundo más justo e igualitario. Desgraciadamente, aunque muchos crean que hemos evolucionado o mejorado en nuestras condiciones y formas de vivir, no es para lanzar fuegos artificiales. Sin duda, muchas son las cosas que aún quedan por conseguir, pero la más importantes es que la humanidad tome conciencia de lo que en realidad somos y en que mundo vivimos.
Por otro lado, y en lo que respecta a las castas sociales del mundo, señalar que castas somos todos. Me explico, donde hay ricos y pobres eso se denomina como casta, significando que el planeta tierra este impregnada de ellas. Del mismo modo, yo no escribo para arreglar el mundo o buscar milagros donde no los hay, pero si que lo hago para poner un poquito de mi parte que ayude a encontrar mejores soluciones en un mundo competitivo, consumista y capitalista. Sobre todo, para que las conciencias humanas hablen entre ellas y logren un consenso, con el objetivo de vivir en un mundo más humanizado. Mientras esto no se consiga, seguiremos viviendo como bestias depredadoras eliminando nuestro propio escenario.
No descubro nada nuevo, si escribo que todos los cambios que vienen sucediéndose en el mundo no es motivado solo por las leyes de la naturaleza. También, por el ser humano. Demostrado esta, que hay animales que matan por necesidad de comer, pero el hombre lo hace para exponerlo como trofeo. De la misma manera, el cambio climático es otro de los grandes problemas del planeta tierra, pero parece ser que no somos todavía conscientes que gran parte de culpa la tenemos nosotros. Si no cuidamos nuestro propio escenario, la vida en la Tierra no es futuro de ninguna generación humana. Somos los que somos, pero cada día más depredadores con todo aquello que nos rodea.
Por otro lado, y aunque los ejemplos son odiosos, los derechos de las personas no siempre son iguales para todos/as. Mientras que la Justicia europea obliga a reconocer a los hijos de parejas gais en toda la UU, los derechos de las mujeres que se dedican a practicar el oficio más antiguo de la humanidad, aún sigue siendo tema de debate. Tanto en las sociedades como en los respectivos gobiernos del mundo. Es decir, el reconocimiento por Ley del oficio como trabajo laboral de las personas dedicadas al mundo de la prostitución, parece estar muy lejos de su consolidación. Sin embargo, hay que pensar que son mujeres que también tienen sus derechos y sus obligaciones. Son personas, no son extraterrestres de otro planeta, las cuales necesitan ayuda a nivel de formación laboral, ser dadas de altas en la seguridad social y que coticen por ello; ayudas jurídicas, asistencia y controles sanitarios y campañas informativas de lo que supone trabajar en un oficio tan duro y antiguo como es la prostitución. Sin embargo, muchas personas se lucran del trabajo de estas mujeres. Personas mafiosas, chulos y bandas criminales. Hay que pensar que no todas las mujeres llegan al mundo de la prostitución por voluntad propia o por ser una profesión de ganar fácil dinero. Todo lo contrario, problemas de drogas y alcohol, conflictos familiares, malos tratos, violencias de géneros y psicológicas, motivan que muchas mujeres se vean en las calles desorientadas y sin tener una idea positiva de como comenzar una nueva vida. Es ahí, donde entran en acción las bandas mafiosas y los chulos.