08.09-2020 | Redacción | Opinión
Por: Óscar Izquierdo
Presidente de FEPECO
Sería recomendable, es más, conveniente e incluso hasta que fuera obligatorio, que cualquier persona que quiera participar activamente en política, antes tuviera que demostrar una experiencia laboral en la iniciativa privada, para que conozca, de primera mano, el esfuerzo que significa sacar adelante una empresa, a base de trabajo y mucho sacrifico personal o familiar. En los últimos años, los representantes políticos que llegan a cualquier institución provienen mayoritariamente de la función pública. Eso no es malo por principio, pero no cabe duda de que desvirtúa el conocimiento que se pueda tener de la realidad, especialmente de lo que sufren o sienten la mayoría de los ciudadanos para salir adelante y también de cómo funciona la economía, sencillamente porque todo lo ven desde la barrera, del puesto de trabajo asegurado y del sueldo a final de mes sin discusión. No tienen lo que algunos llaman mundología, es decir, experiencia y habilidad para desenvolverse en la vida ordinaria o mejor dicho, en la siempre complicada iniciativa privada. El ejercicio de la política se ha convertido en una verdadera promoción interna dentro de la burocracia, a la que aspiran los que buscan mejorar sus condiciones económicas o finiquitar su vida profesional cómodamente. A los hechos nos remitimos, si hacemos un sondeo entre los dirigentes políticos actuales, casi todos son funcionarios. De esta manera, es comprensible la distancia que hay entre lo que se discute en los plenos de los parlamentos, gobiernos y demás órganos decisorios y lo que padece la ciudadanía o por lo menos, lo que espera de sus representantes públicos, existiendo un verdadero divorcio.
Como consecuencia de la crisis del Covid-19, se están oyendo muchas declaraciones, algunas sorprendentes, referentes al cambio del modelo económico en Canarias. Es un verdadero canto al sol de los que mantienen esta propuesta, queriendo aparecer simpáticos a la corrección política y al pensamiento único. La mayoría vienen también de esos empleados públicos, algunos de los cuales tienen verdadera tirria a la construcción y al turismo e incluso están ocupando responsabilidades de gobierno, no queriendo aceptar que, gracias a estos dos sectores, Canarias ha tenido las mayores cotas de crecimiento económico y desarrollo social en toda su historia. Es un hecho incontestable, guste o no guste por consideraciones ideológicas. Nuestra tierra archipelágica, en el Atlántico medio, tiene un modelo productivo acorde a sus condiciones naturales, físicas y espaciales. Ahora está en crisis, pero cuidado, no debido a una falla interna, sino consecuencia de una crisis global, desconocida hasta el momento y que todavía no sabemos las repercusiones que tendrá en un futuro inmediato. Pero como dentro de lo normalizado se encuentra despotricar de lo que ha creado riqueza social en nuestras islas, se insiste en que es el momento de cambiar el modelo productivo y las alternativas que exponen siempre pasan por el sector energético y las energías renovables, que por cierto, siempre serán bienvenidas, pero se cuidan mucho de mencionar la poca capacidad que tienen en absorber todo el empleo que genera el binomio de progreso, construcción y turismo.
No podemos perder el tiempo en discusiones ideológicas, por no decir bizantinas, sobre el rumbo que debe tomar nuestro sistema productivo. Está claro que hay actuar diligentemente para evitar una recesión económica, que llevaría irremediablemente a un colapso social. Lo ideal muchas veces no se alcanza, pero lo posible si es obtenible, por lo que hay que apuntalar lo que sea capaz de mantener la actividad económica en funcionamiento. Procurando agilizar el proceso de licitación o contratación de obra pública y poniendo en marcha el Plan de Vivienda, para resolver el acceso de los jóvenes y crear un parque de alquiler que sea asequible, estamos edificando el presente para garantizar el futuro y eso es desarrollo sostenible.
Imagen de archivo: Óscar Izquierdo, presidente de FEPECO