21.11.2021 | Redacción | Relato
Valeria se despertaba todos los días al amanecer, sus ojos se abrían y ya no se podía volver a dormir. Al acostarse pensaba que esta vez sí que podría, pero nada, otra vez su sueño se interrumpía a la misma hora, y el mismo rayo de luz pálida del crepúsculo vespertino asomaba por las rendijas de su persiana y le iluminaba la cara. Así se pasó los últimos años de su existencia, esperando dormir unas horas más cada noche. No entendía cuando Mara le explicaba, que, las personas mayores duermen menos horas y que ella dormía lo que necesitaba su cuerpo. Cada día se lo contaba a su nieta y, Mara la escuchaba con cariño como si fuera la primera vez, pensaba que sería muy triste el día que su abuela no se lo relatara. Así aconteció esa mañana cuando abrió la puerta y un escalofrío la invadió, el silencio atronador la envolvió y no percibió el aroma del café; su abuela se había dormido al amanecer y, aquellas horas que ella tantas veces deseó dormir había llegado por fin a cumplirse. A Mara se le aguaban los ojos cuando relataba el cuento del amanecer de su abuela Valeria, y pensaba que se estaría riendo de ella porque su abuela la miraba como a una extraña cada vez que insistía en que intentara comprender, como si no supiera que hacía mucho tiempo que su mente traspasaba el raciocinio de su nieta y que ella era la incomprendida.
Imagen: Isa Hernández | CEDIDA