29.01.2022 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
El comienzo del nuevo año 2022 ya comienza a menguar con el mes de enero. El tiempo pasa a una velocidad de crucero, especialmente para los que ya estamos metidos en edades un poco avanzadas. Cuanta razón tenían nuestros abuelos cuando decían que con el paso de los años la vida es más rápida. Y no se equivocaron. Lo cierto es, que desde que llegó a nuestras vidas la Covid-19, nuestras formas de vivir cambiaron de manera drástica, pero no solo las nuestras. También, el mundo entero. Es por ello, y ante tantas incógnitas, miedos, histerias y dudas, hemos estados más entretenidos y ocupados por saber que será a partir de ahora de nuestro mundo. En lo que respecta a mí, tengo asimilado que tengo que seguir luchando para seguir viviendo. Lo que no puedo hacer es arrojar la toalla en un mundo cambiante y desordenado, pero tengo la esperanza de que un día no muy lejano volvamos a recuperar la normalidad, aunque ya no sea como hace dos años atrás.
Sin duda, actualmente vivimos en un mundo, donde muchas personas necesitan una “inyección” de ayuda psicológica por todo lo que esta sucediendo en este comienzo de siglo XXI; pero no solo por la Covid-19. También, por otras circunstancias que han trastocado y alterado la normalidad y el orden de la vida de millones de familias. Transformaciones o sucesos que han venido de la madre naturaleza y de la mano de los laboratorios experimentales del ser humano. Ni que decir tiene, que entre todos hemos alterado el orden del mundo. El cambio climático es una realidad y no una casualidad. La disminución de oxigeno en la tierra por la tala de árboles para su comercialización es otro de las grandes acciones depredadoras del ser humano. La contaminación provocada por las grandes fábricas químicas en la búsqueda de seguir dañando el planeta tierra, es otro de los grandes y terroríficos logros del ser humano. Y así, podría estar días entero escribiendo de las acciones negativas del ser humano contra su propio escenario donde habita. ¿De qué nos quejamos?
Y yo pregunto. ¿No podríamos fabricar mejores sentimientos y más humanidad y solidaridad en nuestro planeta tierra en lugar de fabricar armamentos químicos y laboratorios experimentales? Presumimos de ser los más inteligentes en el mundo en que vivimos, pero yo ya tengo muchas dudas, pues no en vano he visto que en el mundo del reino animal hay más amor y respecto por el medio ambiente que lo que el ser humano es capaz de hacer. ¿De qué nos quejamos?