Buscando la sociedad de la confluencia

14.10.2019 | Redacción | Opinión

Por: Óscar Izquierdo

Presidente de FEPECO

Casi todo el mundo, se pasa el día disparando para todos lados y a cuantos más mejor.  No me refiero a una acción bélica, sino a una continua y además cansina, actitud de discordia. Estamos inmersos en una sociedad de la discrepancia, como principio supremo. No hay manera de sentarse a dialogar, ni buscar puntos de encuentro y menos de llegar a acuerdos. Cada cual busca escachar literalmente a quien no piensa igual que sus planteamientos o creencias. Es la sordera para oír y la difamación para hablar. Es el egoísmo puesto en acción, la vanagloria reinante y la soberbia enriquecida. Individualismo al máximo, donde impera la ley del más fuerte, del mejor colocado o del enchufismo agradecido. Como convivimos de esa manera y estamos acostumbrados a normalizarlo, lo que a todas luces es pernicioso, se tolera como un mal menor o simplemente como una cuestión de supervivencia. Esta experiencia existe en todos los ámbitos vivenciales, desde la política, la economía, la cultura, el deporte, la vida social e incluso a nivel familiar. Hay que revertir esta situación y nos compete a todos, no se puede hacer dejadez, a la hora de buscar la concordia. Es ineludible el compromiso personal, para después cambiar el ambiente humano. A partir de esta premisa, estaremos construyendo sólidamente una sociedad de la confluencia, que nos ahorrará disgustos, malentendidos o desavenencias estériles e inútiles. Sabemos, por la experiencia cotidiana, que juntos se tiene más fortaleza en cualquier cuestión que acometemos. Pues si sabemos lo que hay que hacer, pongámoslo en marcha.

Siempre admiré la capacidad de confluencia que tenía el presidente Adolfo Suarez, porque en situaciones difíciles, imponía amablemente el pacto, como modelo adecuado de resolución de conflictos: “El diálogo es, sin duda, el instrumento válido para todo acuerdo pero en él hay una regla de oro que no se puede conculcar: no se debe pedir ni se puede ofrecer lo que no se puede entregar porque, en esa entrega, se juega la propia existencia de los interlocutores.” Muy distinto a lo que nos tenía acostumbrado un político isleño, que a todo lo que hacía lo titulaba pacto por aquí o pacto por allá, para después imponer su criterio, inamovible y presuntuoso. Así no se va a ningún lado y penosamente, esa ha sido la forma de gobernanza que ha tenido Tenerife en los últimos años. Provocando una continua desaceleración de las posibilidades de crecimiento, obstaculizando los acuerdos necesarios y provocando hilaridad. Es preciso evolucionar para mejor, aprendiendo de errores e implantar nuevas estrategias. La búsqueda de la alianza tiene que ser sincera, sin caer en demagogias improductivas. Esas convocatorias, a las que estábamos tan acostumbrados, que se hacían de forma grandilocuente, que sólo servían para sacarse la foto y una declaración solemne, nunca sirvieron para nada.

Insistimos en lo primordial, que es llegar a conseguir aunar esfuerzos en la búsqueda de compromisos, para desbloquear los problemas estructurales que padece Tenerife. La metodología para conseguirlo pasa necesariamente por dejar atrás personalismos, que impiden encontrar vías de arreglo. Hablar mucho, pero con sentido ecuánime, siguiendo el ejemplo que nos proponía el presidente de la República Manuel Azaña: “Si los españoles habláramos sólo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar”. Es arduo lo que tenemos por delante, pero convencido de la capacidad de regeneración de los isleños, seguro que podremos vislumbrar una novedosa forma de acción pública, basada en el consenso, que siempre es el mejor acuerdo.

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