12.03.2022 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
El mundo en el planeta tierra sigue su curso pese a la gran pandemia mundial a la que hemos sido todos sometidos por la Covid-19 en este comienzo de siglo XXI. Sin embargo, los problemas parecen no concluir, ya que de pronto aparece otro gran peligro denominado como conquistas de fronteras o territorio. Es decir, Rusia invade Ucrania por la fuerza bélica, motivando poner en peligro la paz en el mundo. Sin duda, la invasión bélica de Rusia a Ucrania es un ataque a la seguridad de Occidente; a los valores democráticos, libertades y derechos de las personas.
Espero y deseo, que esto no trascienda en una Tercera Guerra Mundial, pero la ambición de muchos seres humanos sigue siendo depredadora, especialmente los que se siente o creen estar por encima del bien y del mal. Me explico, lo que ostentan poderes institucionales. Las ideologías, pensamientos, fanatismos, ideas y locuras transitorias, provocan que el mundo esté en un constante peligro por esos fanáticos de los poderes fácticos. Sabido es, que la OTAN refuerza una gran alianza con Europa, pero eso no quita para que Rusia haya sido capaz de satisfacer sus deseos de invadir Ucrania. Lo cierto es, que ya tenemos bastantes problemas para sobrevivir en un mundo en constante transformaciones, motivado por la Covid-19, como para que de nuevo apareciera otro gran problema como el que esta generando el líder ruso, Vladímir Putin.
El mero hecho de pensarlo me da miedo, pues visto lo que son las guerras bélicas a través de la historia, no son precisamente escenarios encantadores.
Por otro lado, y dejando a un lado el pesimismo, lo importante es seguir viviendo con objetivos claros e ilusionantes. Reconozco que vivimos momentos complejos, difíciles, pero también es verdad que somos capaces de afrontarlos con valentía y con mucha voluntad de luchar por un mundo mejor y más humanitario. De momento, y pese a una factura humana de tristeza e impotencia de víctimas, estamos venciendo o frenando la Covid-19. Un mundo, que nos exige reciclarnos bien por la madre naturaleza o por la mano experimental del ser humano. No nos queda otro remedio que seguir trabajando duro ante las inclemencias o sorpresas que la vida nos viene dando en este siglo XXI.
Sin duda, los pueblos siempre serán los grandes perjudicados, especialmente si son invadidos por otras potencias superiores. O beneficiados, siempre y cuando sus representantes políticos sean honrados, sensibles y solidarios con sus respectivos países. De lo contrario, sin son corruptos, ambiciosos, enfermos por la ambición del poder, el mundo estará al borde de un precipicio.
Por último, tengo claro que en estos momentos vivimos en un mundo de improvisación. No hay nada que nos permita pensar en algo que pueda asegurarnos o consolidarnos unos sueños e ilusiones con proyectos de un futuro esperanzador; obligándonos a vivir cada momento lo mejor posible del día a día de nuestras vidas.
Ahora más que nunca comenzamos a vivir como aprendices de una nueva vida, tanto para jóvenes como para mayores. Es por ello, que debemos de ser cautos y marcarnos nosotros mismo nuestro propio guión de lo que vivimos cada día o cada momento de nuestras vidas, pero sin perder la fe y la esperanza de que tarde o temprano el mundo volverá a ser normal, sobre todo con la paz como luz llena de vida y como símbolo solidario y valor humano.