15.07.2023 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
A lo largo de la vida, muchas han sido las personas que se han subido a una guagua, un tranvía o un tren, lo que yo denomino como medios de comunicación de transporte de la vida de muchos de nosotros. Sin embargo, muchos de ellos/as, sabían que cada medio de transporte tenían varias paradas a lo largo de sus respectivos trayectos, pero se negaban bajarse. Es decir, no quisieron reconocer que las paradas o estaciones de la vida estaban allí para cumplir un servicio imprescindible. Me explico, cuando las personas están intoxicadas por el orgullo, la soberbia, la rebeldía y la prepotencia, no saben escuchar. Sólo se ven ellos/as mismas; motivando llevar en sus ojos unas ´vendas´ que provocan una ceguera y paralización cerebral en sus formas de ver y pensar de la vida. No dejar hablar o no saber escuchar, son defectos intoxicantes que provocan en las personas que quieren comunicación un desgaste terrorífico. Lo curioso de ese tipo de personas, es que se creen acreedores o inventores de la razón y de la lógica. Incluso, lo miran como una virtud natural, un derecho que la vida les ha dado. Sin duda, las paradas o estaciones de cualquier sociedad del mundo están para algo. De la misma manera, la comunicación es esencial en la vida del ser humano, pero si no sabes escuchar, viajaras siempre a un lugar desconocido, sin rumbo y sin una brújula que pueda garantizar una parada con proyectos y objetivos en tu vida. Posiblemente, esas personas que han viajado sin rumbo y no han querido bajarse en una de esas tantas paradas que tiene la vida, posiblemente hayan sido por las falta de valores contraídos o provocados por los múltiples y variados problema de sus respectivos pasados oscuros. Entiendo, que nadie somos perfectos, que cada uno de nosotros o cada familia tenemos una historia. Algunas se pueden contar y otras han preferido guardarlas de la manera más estricta de sus vidas. Insisto, viajar sin saber con seguridad a donde vas, es correr el riesgo de encontrarte con sorpresas desagradables. Cuando huyes de tu propio entorno o de tu propio escenario desde la adolescencia, crees haber conseguido la libertad, pero la libertad requiere alas de libertad para saber y poder volar o caminar con seguridad. Si no sabes bajarte en una parada de tu vida y no sabes escuchar cuando te hablan, la comunicación está perdida. Así es dura realidad de muchas personas. Es decir, sus pasados han dejado huellas y heridas, que aunque ya estén cicatrizadas o curadas, las llevan todavía en sus pensamientos y corazones, motivando unos complejos de superioridad nada favorables en sus vidas del día a día. Las miradas hablan, las carcajadas delatan, las formas de hablar dan pista del perfil y no saber escuchar, es descubrir el maquillaje que llevan en los rostros muchas personas que han viajado sin rumbo.