25.11.2023 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
Una noche más, ante de acostarme, me dispongo a escribir, con el objetivo de sentirme útil y agradecido a la vida por darme otra oportunidad de vivir. De la misma manera, no sé si servirá de algo, pero siento la necesidad y el deber moral de transmitir un mensaje a todas las personas que actualmente están luchando contra el cáncer. Yo soy uno de esos pacientes que han entrado "al club" de los afectados de esa cruel y dura enfermedad, pero les puedo decir que podemos vencer esta dura batalla contando con el amor y cariño de nuestros familiares; de amigos/as, de la ciencia de la medicina y de la voluntad positiva que tu pongas de tu parte.
No descubro nada nuevo, si escribo que la lucha no es nada fácil, pues el cáncer te lo pone difícil. Intenta devorar el interior de tu cuerpo de una manera dura y cruel. No tiene piedad, pero se acobarda cuando le plantamos cara. Huye de nosotros cuando le mostramos una sonrisa y somos capaces de resistir el tratamiento de la quimioterapia para frenarlo y matarlo. Es por ello, que debemos ser optimistas y pensar que el esfuerzo y la lucha merecen la pena llevarlo a cabo, especialmente porque la vida es una maravillosa oportunidad de oro para vivirla.
Hay muchas razones para vivir en este mundo; las familias, el amor, la amistad, los amigos/as, los proyectos, objetivos, metas y las bellezas que tiene este planeta tierra. Les recomiendo que podemos vencer y de paso, ver y valorar la vida de otra manera más positiva.
Por último, les aconsejo que no dejen de luchar y de sonreír. La sonrisa es una de las cosas que el cáncer no acepta. Se acobarda y se revuelve contra su propio veneno. De verdad, no arrojen la toalla, vendrán días de debilitamiento por el tratamiento de la quimio; pero es ahí donde tenemos que ser fuertes y positivos. Ya sabemos que sin luchas y sacrificios no se consigue nada. La vida nos pone aprueba y no podemos defraudarla. Así pues, una sonrisa a la vida, la cual y con toda seguridad, victoriosos de este "envite", cuyas cartas de la vida, están en nuestras manos.
Por otro lado, ¿qué piensas cuando te dicen; sin esperarlo, que tienes un cáncer? Ufff... me quedé con la mirada impertérrita; no daba crédito al diagnóstico clínico que me comunicaba mi médico de familia. Los primeros días fueron de un total y profundo pensamiento silencioso. Contaba los días, semanas, meses e incluso, años; los días que me podían quedar vivo en este mundo. Mis ojos derramaban lágrimas de impotencia y a la vez un miedo sepulcral.
Las noches si hicieron largas y caprichosas, mi soledad me observaba desde las pequeñas paredes pintadas de blanco de mi pequeño apartamento. En tal caso que fuera cierto, es decir, que tenía los días contados; pensé que le podía pedir a la vida ciertos caprichos, una especie de última voluntad en este planeta tierra. Comprar un coche de alta gama; comer lo que quisiera, beber; organizar fiestas por todo lo alto, pedir un crédito al banco, dar la vuelta al mundo, tomarme la Justicia por mi mano, pues al final, intuyendo que tenía los días contados en este mundo, que más daba hacer todo tipo de deseos y locuras.
Esas locuras transitorias fueron las que abordaron mi mente las primeras semanas de mi enfermedad. Sin embargo, comprendí que la vida es muy bonita y merecía la pena luchar al máximo de mis fuerzas. Luego pensé: “yo amo a la vida; me quiero y me valoro mucho; tengo familia y amigos/as y aún tengo muchos proyectos que realizar”.
Es ahí cuando le dije al cáncer que tendría en mí a un rival con ganas de vivir, luchar y vencer en esta dura batalla. A partir de ese momento me puse mano a la obra; siendo disciplinado y aceptando la inmunoterapia. Así y tras varias secciones, he ido mejorando y viendo como es importante luchar para seguir vivo en este maravilloso mundo.