18.04.2020 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
El mundo, la tierra, el medio ambiente y la naturaleza dijeron: ¡BASTA¡... y de repente la vida cotidiana del día a día de los seres humanos se paró en el tiempo, en el instante. La presencia de un nuevo virus de este comienzo de siglo XXI, denominado como COVID-19, ha sido el causante para que el mundo se viese alterado y alarmado ante la violencia silenciosa de un virus invisible, pero asesinos como es el coronavirus. De pronto, el mundo entero se ha visto en la obligación de atrincherarse o refugiarse en sus respectivos hogares, con el objetivo de evitar posibles infecciones o contagios que les lleven a la muerte. Sin embargo, y pese a las medidas sanitarias recomendadas, miles de muertes se han producidos en todo el mundo, especialmente en las residencias de ancianos, los cuales han sido los más vulnerables ante el acoso pandémico del coronavirus.
Por otro lado, recordar que la última pandemia de 1.918 asesinó a unos 50 millones de personas, esperando que en esta nueva ocasión y ante la presencia de este nuevo virus, no ocurra lo mismo, aunque dejará una huella muy negativa de su paso por el planeta tierra, al margen de las muertes que ya se han venido sucediendo, también dejará otra pandemia como es el tejido económico y empresarial, donde se prevé que miles de empresas grandes y pequeñas se verán afectadas, provocando millones de parados en todo el mundo.
El Diario El Comercio refleja una visión global de la aparición del COVID-19 en este comienzo del siglo XXI. El mundo definitivamente es otro a partir de esta pandemia, sobre todo por los coletazos que van a quedar en lo económico. La Unión Europea ya anunció un préstamo de 25 mil millones de dólares para que sus países miembros puedan hacer frente al problema. En otras regiones del mundo también están viendo qué tipo de movimientos económicos hacer para evitar el contagio y retomar la vida normal que se tenía.
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la definición técnica del COVID-19 no parece muy complicada. La define como enfermedad causada por el coronavirus –una familia de virus que puede causar enfermedades en animales y humanos, que ataca el síndrome respiratorio– y que fue detectada recientemente. En este caso, la cuestión es doble. Tanto el virus como la propia enfermedad fueron descubiertos o detectados por las autoridades mundiales de salud después del brote que se tuvo en Wuhan (China) en diciembre del 2019.
Tanto la OMS como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) coinciden en señalar que hasta ahora no se ha podido determinar cuál ha sido el origen de este virus. Más allá de histerias paranoicas que dieron pie a historias de conspiración como, por ejemplo, que se trata de un virus creado por el ser humano para ser usado como un arma biológica, lo concreto es que no hay algo certero. La mencionada hipótesis, que no resiste ningún análisis, igual generó una reacción de médicos científicos que trabajan en obtener la información precisa sobre la aparición de este virus.
“Nos unimos para condenar enérgicamente las teorías de conspiración que sugieren que el COVID-19 no tiene un origen natural”, escribieron 27 médicos científicos en un artículo firmado y publicado en la afamada revista médica The Lancet. En el comunicado, los médicos dejan un dato revelador, de todos modos: afirman que es abrumadora la cantidad de indicios que se tiene para afirmar que el coronavirus, que dio origen al COVID-19, nació de la vida silvestre. Es decir, se originó en animales.
Por supuesto que algunos líderes políticos rápidamente se sumaron a la ola de las especulaciones y lanzaron declaraciones que estaban muy lejos de traer calma o alguna certeza a la población. Por ejemplo, el senador estadounidense Tom Cotton, de Arkansas, ya en febrero pasado decía muy suelto de cuerpo que el virus no comenzó en Wuhan. “No tenemos evidencia de que esta enfermedad se haya originado en esa ciudad… Pero al menos tenemos que hacer la pregunta”, dijo Cotton en conferencia.
Alguna esperanza se tuvo recientemente cuando se informó que los médicos de Wuhan pudieron dar con el que creen fue la primera persona que se infectó con el COVID-19 en dicha ciudad. Así señala un despacho del diario La Vanguardia, que menciona como fuente al medio South China Morning Post. No obstante, esta información no había sido confirmada todavía por el gobierno chino, que se ha caracterizado por tener una línea muy dura con respecto a las informaciones relacionadas a este problema sanitario que afectó a China.
De lo que pudieron encontrar los médicos y científicos, este virus encuentra mayor estabilidad en las temperaturas bajas. Es decir, el frío le viene perfecto para estar más tiempo “vivo” en el ambiente. Aunque el contagio siempre sigue siendo el contacto directo, los expertos aseguran que ante las evidencias encontradas, el frío o las bajas temperaturas se han convertido en un aliado importante para el contagio masivo.
De hecho, los países en donde se reportan los mayores casos son o tienen bajas temperaturas. El caso, por citar el de mayor número de infectados en Europa, que es Italia, donde las temperaturas a esta altura del año se mantienen bajas, ha sido uno de los elementos que ayudaron a la propagación del virus a un nivel insospechado. Este país superó la línea de los 1.000 muertos y la vida de los italianos, en las últimas dos semanas, ha sido un infierno encerrado.
El coronavirus no solamente ocasiona la muerte de seres humanos, sino que también hiere gravemente a actividades económicas. El turismo es uno de los sectores que se vieron más afectados por este caso. Para el Fondo Monetario Internacional (FMI), el impacto de la pandemia tendrá un pico sustancial sobre la actividad económica mundial. Por de pronto, es difícil sacar cálculos en números de todo lo que se podría perder en actividades que están totalmente paradas como las de hotelería, restaurantes, etc.
El mundo definitivamente es otro a partir de esta pandemia, sobre todo por los coletazos que van a quedar en lo económico. La Unión Europea ya anunció un préstamo de 25 mil millones de dólares para que sus países miembros puedan hacer frente al problema. En otras regiones del mundo también están viendo qué tipo de movimientos económicos hacer para evitar el contagio y retomar la vida normal que se tenía.