09.04.2022 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
Poco a poco parece que vamos recuperando la normalidad tras sufrir durante dos años un verdadero infierno, motivado por la Covid-19. Sin duda, fue una experiencia horrible, rodeada de dolor, impotencia, pérdidas de seres queridos, miedos y un confinamiento que resultó ser muy duro para millones de personas. Por todo ello, comenzaba para todos nosotros una nueva vida; una forma de ser nuevamente aprendices de un mundo nuevo y lleno de incógnitas y de incertidumbres. Lo importante de todo ello, es que hemos sido capaces de vivir con el dolor; mostrando voluntad y superación por seguir luchando contra un virus que también se vio sorprendido por la ciencia. Es decir, unas vacunas y mascarillas que han servido para reducir el índice de mortalidad por los efectos de la Covid-19.
Nada será como antes, pero de una cosa si estoy seguro, queremos vivir, con el propósito de seguir construyendo sueños e ilusiones. Cierto es, que en la actualidad el mundo atraviesa por otros sucesos como es la invasión y guerra de Rusia contra Ucrania. El temor, el miedo y la incertidumbre, vuelven otra vez a invadirnos, especialmente por si se pudiera generar una Tercera Guerra Mundial. Por un lado, la naturaleza nos pone a prueba. Por otro, los laboratorios de armas químicas realizadas por la mano del ser humano, ponen al mundo en un constante peligro. Sin embargo, y pese a todo ello, tenemos que seguir saliendo a la calle. Necesitamos trabajar, reflotar la economía y activar todos los sectores industriales.
Lo bueno es, que a partir de ahora las restricciones y las mascarillas ya parecen pertenecer a una parte del pasado, pero no debemos de olvidar, que la Covid-19 sigue estando en la calle y es por ello que no debiéramos confiarnos, manteniendo siempre los protocolos sanitarios. Vuelve la cultura y el arte a la luz pública. Hay sed y hambre de vivir con una sonrisa. Hay necesidad de vivir y respirar aires del mar. Hay necesidad de establecer comunicación con familiares y amigos. En definitiva, tenemos que seguir luchando en un mundo de improvisación, pero sin los miedos de los ´fantasmas´ de la vida. Somos los que somos, pero no dejaremos de ser lo que en realidad somos. Es decir, humanos con defectos y virtudes. Dejemos que sean los espejos de nuestros respectivos destinos los que nos delaten de lo que en realidad somos capaces de hacer y de conseguir en esta nueva etapa de nuestras vidas.