23.11.2024 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
Ya se va notando el ajetreo de la gente por las calles de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, motivado por las fechas navideñas que ya vienen acercándose en la despedida del año 2024. Un año, donde he tenido de todo, pero la reciente muerte de un excelente amigo me ha dejado bastante afectado. Es por ello, que desde esta columna le rindo un cariñoso y emotivo homenaje. Una persona maravillosa que desarrollaba la profesión de médico en Gran Canaria. Así es la vida, la cual en muchas ocasiones nos ofrece cosas agradables, pero en otras nos sorprende con cosas muy duras y difíciles de comprender.
Te fuiste en silencio, sin querer molestar a nadie; querido amigo Reimer Febles. Sé que lo hiciste porque elegiste una mejor vida en algún lugar del universo. Sin duda, el Dios de ese lugar que yo todavía desconozco, te eligió para que tú iniciaras otro nuevo proyecto que tanto te gustaba en el planeta tierra como fue la ciencia de la salud. Ahora, en ese misterioso lugar alejado de la esfera terrestre, donde residen millones de almas, comenzarás hacer tu nuevo proyecto de la ciencia de la salud.
Recuerdo con mucho cariño como nos conocimos por vez primera en la Terminal de la compañía del Fred Oldsen Express en Santa Cruz de Tenerife. Una amistad, que comenzó a través de Germán Domínguez Naranjo. A partir de ese momento coincidimos en Gran Canaria en varios eventos sociales, donde tu forma de ser no paso desapercibida para muchas personas. Te granjeaste el respecto, la simpatía y admiración por tu humildad, simpatía, profesionalidad, nobleza y entrega a la ciencia de la medicina.
Buscar un defecto en ti era muy difícil, y, si los tenias yo no me di cuenta. Como médico fuiste generoso y comprensivo con tus pacientes. Como persona, lea, sincero y solidario. De la misma manera, buenos ratos pasamos en casa de Germanito; en la Avenida Juan Carlos I (Gran Canaria). Así mismo, recuerdo aquella comida familiar y de amigos en las faldas del Roque Nublo. Una tarde maravillosa, donde prevalecieron los valores morales. ¿Qué más te puedo decir, querido y admirado amigo?
Algún día acudiré a tu encuentro y volveremos a darnos un abrazo. Ya tienes nuevos amigos, un nuevo hogar y un Dios del universo que te protege. Mientras tanto, los amigos que siempre te quisimos, seguiremos luchando mientras las fuerzas nos acompañen, con el objetivo de seguir vivos en este planeta tierra. Fuiste un gladiador de la vida; lograste sacar a tus padres de Cuba para traerlos a Gran Canaria contigo. Sacaste el carnet de conducir con mucha ilusión y estabas muy feliz con el coche que te habías comprado para tus desplazamientos como médico.
En fin, apreciado amigo, la vida sigue y nosotros con ella. Somos hijos del reloj y calendario de la vida; donde todos tarde o temprano también cruzaremos ese puente que intentamos cruzarlo lo más tarde posible, pero eso ya no de pende de nosotros, sino del Dios del universo. Así pues, la vida sigue su curso normal y nosotros con ella, no queda de otra.