23.09.2023 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
Un vez más, me pongo al frente de la pequeña pantalla de mi ordenador, con el objetivo intentar escribir algo que genere en mí unos minutos de inspiración literaria y de paso arrancar el motor de mi deseo de poder cumplir una semana más con mis leales lectores.
No sé si por circunstancias ajenas a mi voluntad o por el capricho natural de las leyes del destino, haya podido cambiar mi estilo de escribir, por lo menos eso es lo que me dicen algunos amigos sabedores de mi actual estado de salud. Lo cierto es, que cuando me sumerjo dentro de las profundidades literarias de mi columna de cada fin de semana, soy otra persona. Me siento motivado y feliz con ofrecer algo de mí que pueda aportar cosas positivas a muchas personas.
Del mismo modo, no oculto que vivimos momentos difíciles, complejos y llenos de incógnitas, pero no hay que rendirse ante las adversidades de los espejos abstractos de la vida. Todo ser vivo tiene sus propias leyes, sus propios códigos de conductas y tablas clasificatorias de valores humanos. El mundo necesita urgentemente revulsivos de dosis de humanidad; de sensibilidad y solidaridad.
No debemos de olvidar que en muchas ocasiones de la vida somos esclavos de nuestros propios destinos; provocando en nosotros cierto estado de ansiedad o desasosiego. Es por ello, y como si se tratase de un episodio de ciencia ficción, el mundo donde vivimos es parecido a un tablero de ajedrez; donde el conocimiento del ser humano viaja a través de un cuadro desarrollado de neuronas que producen la inteligencia ordenada del hombre.
Al igual que los siglos se van sucediendo, bien por el paso del tiempo o marchitándose por la ausencia poco motivadora en el cuidado de la misma de quienes la habitamos, la vida en la tierra también se va renovando con variedad de cosas y colores que la naturaleza haya querido dibujar.
Sin duda, somos castas vivientes cronometradas en cada una de nuestras acciones de un nuevo día, de una nueva ilusión, de un nuevo proyecto y de un sueño deseado en su consolidación. Así pues, no profanemos lo que ya otros han construido en otro momento del pasado.
Somos corredores de fondo; donde intentamos llegar a unas metas que en muchas ocasiones no tiene retorno. Lo importante es seguir teniendo la inspiración necesaria para no perder las coordenadas de nuestra vida.