12.10.2024 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
Cuando hablamos de ignorancia debemos de tener en cuenta que todos en ciertos momentos de las etapas de nuestras vidas la hemos tenido. Sin embargo, habría que distinguir que tipo de ignorancia hay. Entiendo, que la primera es aquella donde aflora desde nuestra adolescencia de manera inocente, noble y carente de malicias. La segunda, es aquella que entra en edades avanzadas; que aunque por mucho que quieras ayudar y aconsejar, el ego de quienes la ostentan, suponen un verdadero peligro para aquellas personas que les rodean. Yo, al igual que otras muchas personas, sigo siendo un ignorante en muchas cosas de la vida, pero con la actitud positiva de intentar aprender de las personas que saben más que yo.
De la misma manera, la ignorancia no controlada puede suponer llevar al precipicio de los fracasos a otras personas, es por ello que debemos de saber elegir a la persona, el lugar y el momento adecuado para no caer en el error de quienes creen estar por encima de bien y del mal. Aquí no se trata de buscar la perfección en la persona, pues nadie somos perfectos, pero si es importante buscarse uno mismo y reflexionar donde hemos acertados y fallado. Como ocurre en muchas cosas de la vida, buscamos y peleamos por conseguir lo mejor para nuestras familias, pero eso no quiere decir que sean a través de los poderes fácticos, políticos y religiosos.
La humildad es la madre de la nobleza, sensibilidad, solidaridad e inteligencia. ¿Cómo identificar la ignorancia? Según la RAE, la ignorancia tiene que ver con la ausencia de, o la incapacidad para comprender o reconocer el conocimiento. Por tanto, es importante abordar la ignorancia en su relación con el conocimiento. Del mismo modo, hay quienes piensan que la vida necesita de una dosis de ignorancia para llevar a cabo aventuras y proyectos de altos riesgos. Personalmente pienso: ¿qué sería del pez si lo sacaran del agua? Nada. Pues lo mismo pasa con nosotros: ¿qué sería de la vida si no le diéramos emociones a través de nuestras ignorancias. Nada.
Por lo tanto, al igual que las comidas que necesitan dos gramos de sal, la vida también necesita de ciertas emociones a través de la ignorancia benigna. Por todo ello, me sigo considerando un aprendiz del libro de la vida, pero también no exento de ignorancia, cosa que intento corregir entre mis defectos. Concluyo esta meditación y valoración, argumentando que ya no estamos para perder mucho tiempo en este mundo, especialmente por la edad que tengo. Las ignorancias entradas en años no me interesan para nada, pues al fin y al cabo, no me aportan nada, sobre todo cuando motivan 'robarme' el precioso tiempo de mi vida.