11.04.2020 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
El mundo ha tomado un nuevo giro, un nuevo cambio. El COVID-19, ese virus invisible asesino, es el culpable que los cinco continentes del mundo estén en estos momentos sufriendo sus secuelas. De momento, las cifras reales de muertes en el mundo por el coronavirus no las sé exactamente, pero intuyo que deben de ser numerosas, especialmente porque muchos países no quieren informar de ello con transparencia y objetividad. Sin duda, mucha información es la que se oculta detrás de cada bandera de los países del planeta tierra. Mucho se habla de las pandemias que a lo largo de los siglos han invadido nuestro planeta, pero para nosotros, esta nueva generación del comienzo de siglo XXI, es algo novedoso y sin precedente en la historia de nuestras vidas. Un virus inteligente, que desde el primer momento ha tenido como objetivo prioritario a las personas de edades avanzadas. Aquellos/as, con un metabolismo más frágiles, con diversas patologías y defensas bajas.
Residencias de ancianos que han sido sorprendidas y sin dar tiempo de buscar alternativas para frenar este virus asesinos, pero que a la postre también no estaban preparadas ni acondicionadas para refugiarse de los tentáculos del coronavirus, especialmente por que el Gobierno central y las autonomías del estado español, no se preocuparon de hacer inspecciones, con el objetivo de preparar los centros con el material suficiente para prevenir una hecatombe bacteriológica como la actual. De momento, las cifras ofrecidas por el Gobierno español son de 135.032 contagiados; 13.055 fallecidos y 40.437 altas.
Sin duda, muchas son las muertes que se están sucediendo, aunque se prevé muchas más. La pandemia del coronavirus Covid-19 está causando verdaderos estragos entre el personal sanitario del Sistema Nacional de Salud (SNS). Y es que, en tan solo cinco días, el número de contagios entre este colectivo se ha incrementado un 177 por ciento, pasando de 3.475 casos confirmados el pasado domingo a los 9.444 que hay este viernes. Con respecto al último dato conocido dado el pasado martes (5.400), a cifra aumenta un 75 por ciento; lo que quiere decir que el mundo sanitario también está al borde del precipicio, sobre todo por esas cifras tan alarmante y preocupante de infecciones, pues no en vano, y al trabajar directamente con los infectados, todos estos grande héroes de nuestra Sanidad Pública, se exponen ser contagiados y contagiar a sus respectivas familias.
Ni que decir tiene, que estos grandes y valientes profesionales de la Sanidad Pública española, se enfrentan cada día con el COVID-19, arriesgando sus vidas y solos ante el peligro. Sobre todo porque no tienen el material suficiente y adecuado para poder trabajar, salvar vidas y hacerle frente a un virus tan mortal como es este coronavirus. No es cuestión ni momento de buscar culpables de esta nefasta gestión, pues ahora lo que prevalece y es prioritario, es buscar soluciones que permitan salvar cuantas vidas humanas sean necesarias. De ello tendremos tiempo de hablar y escribir cuando todo esto pase. Sin embargo, en la mayoría de los países del mundo, los colectivos sanitarios muestran su disconformidad con sus respectivos gobiernos, especialmente porque los mandan a la primera línea de fuego sin protección alguna que les permita protegerse de las infecciosas y asesinas “fauces” del COVID-19.
Al igual que ocurriera con los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001; con el derrumbe y “derretimiento” de las Torres Gemelas en el centro del poder de Estados Unidos, donde a partir de ese momento el mundo cambió de manera radical, ahora sucede los mismo con el coronavirus. El cual está dejando miles de muertos y acabando con una generación que trabajo duramente por sus respectivos países y banderas, para que una nueva generación de jóvenes pudieran vivir en unas sociedades con calidad de vida. A partir de ahora todo será diferente y nuevo para todos nosotros. Si somos capaces de aprender de todo ello, también seremos capaces de vencer este problema y afrontar la nueva pandemia económica y empresarial, con esfuerzo, voluntad y disciplina. No será nada fácil, pero tampoco imposible.