04.05.2024 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
Una semana más, y cuando el mes de abril ya se diluyó en el presente año 2024; dándole paso al mes de mayo, intento tener una actitud positiva, especialmente porque el señalado mes de abril no resultó ser un mes muy cómodo para mi salud. Es por ello, que en algunas ocasiones he pensado en los momentos difíciles que he tenido que superar en esta etapa de mi vida, pero por favor, que nadie piense que quiero ser pesimista. Todo lo contrario; si he superado difíciles y graves momentos es porque he tenido una actitud positiva y enormes ganas de vivir. Siempre contado con el gran apoyo incondicional de una parte de mi familia y la de ustedes excelentes amigos/as, personal sanitario y tratamiento de inmunoterapia. Momentos, que he tenido que poner en orden mis ideas, sentimientos, asumir la realidad de mi okupa ilegal oncológico, ver las noches desde las ventanas de la habitación de la planta 10 del Hospital Universitario de Canarias; aceptar mi nueva forma de vivir y ver la vida, aprender a caminar y moverme con dificultades cada día que iba pasando.
Así, y durante muchos meses, me fui forjando entre las dudas, los miedos y las incógnitas de lo que sería mi vida a partir de ese momento. Sin embargo, nunca pensé arrojar la toalla, aún teniendo días y momentos, con la moral por los suelos. Durante mi estancia de convalecencia en el señalado Hospital tinerfeño, las visitas fueron muchas y continuas, agradeciendo cada día la buena voluntad y solidaridad de la familia y de los grandes amigos/as. Del mismo modo, yo era consciente de mi verdadero estado de salud; motivando crear nuevas alternativas que me sirvieran de terapia para poder intentar vencer esta dura batalla. Todo este largo proceso me sirvió para hacerme más fuerte y más optimista de cara a un futuro más prometedor de mi vida. Al margen del apoyo afectivo y el de la amistad, era yo el que tenía que luchar, poner todo lo positivo de mí y convencerme de que luchando podía alcanzar el éxito deseado.
También me di cuenta que muchos amigos; una parte de mi familia y sanitarios, me auguraban un futuro poco esperanzador. Era lógico, especialmente porque bajé 28 kilos de masa muscular y el color de mi rostro no era precisamente el más idóneo de un estado de salud bueno. Cada mañana hablaba con mi espejo, el cual me decía que no me adelantara a los conocimientos y avances actuales de la ciencia, y, que fuera luchando al golpito. Sin prisas, pero manteniendo mi cerebro activo y con actitud positiva.
Con el transcurso de los meses, un año ahora, he ido recuperando mi estado normal, aunque todavía queda un largo camino para decir que el okupal ilegal oncológico ya está fuera del interior de mi cuerpo. No pierdo las esperanzas y la ilusión, para que ese día con sabor a victoria, llegue en un futuro no muy lejano. Como bien dice una admirada amiga que también sufre las consecuencias del okupa ilegal, este enemigo también nos enseña a vivir, madurar, tomar decisiones, valorar muchas cosas de la vida, ser personas más positivas, sensibles y solidarias. Pero sobre todo, no enseña a luchar contra el mismo.
Así pues, esta es mi reflexión de este comienzo de mes de mayo de 2024, donde hoy me levanté con el espíritu de la ilusión y motivación por vivir y disfrutar de una nueva jornada que me regala la vida. Bajamar, Valle de Guerra y Tegueste, han sido los escenarios visitados en estas últimas semanas, donde he podido saludar y hablar con familiares y amigos/as. Otros días embriagados por la felicidad, sobre todo porque mi cuerpo va evolucionando al golpito.