25.06.2022 | Redacción | Opinion
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
Ya poco se escribe sobre el mundo del cambullón en Canarias. Cierto es, que mucho se ha dicho y escrito sobre el tema señalado, pero creo que todavía hay muchas cosas y detalles por descubrir, escribir y hablar. Sin duda, esa generación de aquel pasado de la sociedad canaria, alimentada una parte por los cambulloneros, ya están casi todos desaparecidos. Es lógico, ante el avance de la vida y las sustituciones de las generaciones venideras, el mundo del cambullón a penas, por no decir ninguna, tenga protagonismo en el nuevo modelo de la sociedad canaria.
Sin embargo, reconozco, que tengo mucha curiosidad por seguir indagando lo que hay debajo de ese mundo de trueques que todavía se esconde. Lo tengo difícil, pero no imposible. Lo importante es averiguar algunas descendencias de algunos de esos cambulloneros de antaño. A partir de ahí, se abriría una nueva posibilidad de ahondar un poco más de lo que fue esa vida clandestina de aquella época representada por una España dictatorial en tiempos de la dictadura franquista.
Por otro lado, mi amigo, periodista, dramaturgo y escritor, Cirilo Leal, es una de las personas que durante muchos años ha venido trabajando e indagando los efectos que tuvo el cambullón en nuestras islas. En su Teatro y marginalidad en Canarias, mi buen amigo explica que el cambullonaje es una tradicional forma de comercio que se generó en las islas al arribo del tráfico portuario, consistente, en la actualidad, en la compra de sobrantes de gambuza o barriduras de bodega”.
Del mismo modo, es justo reconocer que cuando se descubrió la penicilina, años más tarde, las personas dedicadas al cambullón la promocionaron mucho en el Archipiélago canario, especialmente a través de trueque con otros artículos, los cuales entraban por las noches por las costas marítimas en rápidas falúas. Sobre todo, en Tenerife y Gran Canaria.
Así pues, la generación de los cambulloneros, dejaron marcada una época de picarescas, atrevimiento, necesidad, forma de vivir, clandestinidad y lucha de supervivencia en una sociedad carente de muchas cosas básicas de aquellos momentos. Pero tampoco debemos olvidar es muelle ubicado en el corazón de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife. Un lugar, donde el cambullonero esperaba impacientemente para que los barcos atracasen y esperar en tierra firme a los turistas que llegaban a la isla tinerfeña. Ni que decir tiene, que la posguerra fue muy dura para millones de personas. Por todo ello, la etapa del cambullón mató mucha hambre.
Imagen de archivo: Rafael J. Lutzardo Hernández