08.07.2023 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
Los años van pasando y con ellos una vida que a priori parecía que era muy larga, pero ahora, y con la edad que tengo, me doy cuenta que es corta. Bueno, lo importante es seguir estando vivo sea con la edad que sea. Es decir, tenemos que valorar que si seguimos estando vivos es que la vida o el destino de cada uno de nosotros no sigue dando oportunidades para seguir disfrutando de un planeta tierra lleno de magia, embrujo, maravilloso, precioso y deslumbrante en cada día en un nuevo amanecer y anochecer. Por si fuera poco, me siento un verdadero privilegiado al contar con una familia preciosa e importante, pero también con la simpatía y el cariño de muchas personas. También tengo que destacar, que en mi vida hay personas muy especiales, al margen de mi familia más directa. Me explico, cuento con el amor y cariño de una persona extraordinaria, una gran amiga y confidente, que con el transcurso de los años se ha convertido en mi “segunda madre adoptiva”. Me refiero a esa gran y excelente mujer Conchita Mendoza, una vallera (Valle de Guerra), con un gran currículum de la vida “aliñado” de sensaciones, alegrías y lágrimas, pero una verdadera “arquitecta”, en hacer proyectos afectivos y sociales. Una mujer, que supo adelantarse a su propio tiempo y a su propia vida; convirtiéndose en una emigrante canaria en el deseo de encontrase con su marido en Venezuela. Una “madre” adoptiva, que ha sabido comprenderme con paciencia y sabiduría. Es por ello, que muchas han sido los días y las tardes que Conchita Mendoza y el que escribe este artículo, hemos establecido un binomio de afectividad engalanado de amor, respeto y admiración. Cierto es, que en una etapa de mi vida del pasado, decidí blindarme a cal y canto por motivos personales de mi vida. Ella, esa maravillosa mujer, Conchita Mendoza González, supo estar en esos momentos puntuales y difíciles de mi vida, pero no solamente en el pasado, también en mi nueva etapa del presente de mi vida. ¿Qué más puedo pedirle a la vida? Me siento feliz al recibir tantos consejos y opiniones de todas esas maravillosas páginas del libro de la vida de mi querida “madre” adoptiva. No puedo ni tengo derecho de quejarme, pues de lo contrario no sería una persona agradecida, especialmente cuando en la actual sociedad de este comienzo de siglo XXI, muchas son las personas que viven en soledad sin el amor y el cariño de sus familiares más directos y amigos. Gracias apreciada Conchita Mendoza González, por adoptarme en tu corazón y en el seno de tu maravillosa familia, motivando en mi ver cada día un nuevo amanecer con ilusión y más ganas de vivir que nunca. También, a esa gran familia que ha sabido esperarme con la humildad, nobleza y generosidad que les caracteriza. Todos somos humano. Todos tenemos defectos y virtudes. Todos nos equivocamos. Todos cometemos errores, pero también tenemos aciertos y entre ellos, saber reconocer donde hemos podido fallar y acertar en nuestras distintas etapas de la vida de cada uno de nosotros, pero especialmente con el tiempo suficiente para enmendar a tiempo nuestras equivocaciones.