28.09.2024 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
Este artículo lo escribo hoy con la intención de rendir un homenaje al Círculo de Bellas Artes, lugar donde estuvieron muchas personas de la cultura y arte. Del mismo modo, si hoy les preguntase a muchos jóvenes de este comienzo de siglo XXI quienes fueron aquellas personas importantes de la sociedad canaria, seguramente no sabrían contestar a la pregunta ni tampoco saber quienes fueron esos grandes talentos de la literatura canaria. Sin duda, rodearse de buenas personas es un verdadero privilegio y tener mucha suerte. En mi caso, yo tengo esa divina suerte de contar con excelentes amigos de todas las edades. Sin embargo, reconozco que desde mi infancia siempre me incliné por estar rodeado de personas mayores, pues con ello me sentía protegido y aprendía de sus grandes experiencias de la vida. Así mismo, mientras muchos adolescentes de mi época se dedicaban a jugar o matar el tiempo en otras actividades sociales por los barrios de Santa Cruz, yo lo dedicaba estar con las personas que sabían más que yo. Para ello, elegí El Círculo de Bellas Artes, lugar que fue fundado el 31 de enero de 1926, tal y como refiere el historiador Alejandro Cioranescu en su obra "Historia de Santa Cruz de Tenerife", y su primer presidente fue Francisco Bonnín. En realidad fue el resultado de la metamorfosis del antiguo Salón Frégoli. Instalado en una casa de alquiler de la calle del Castillo, la sociedad compró el solar en 1942 y levantó el nuevo edificio, entre 1957 y 1960, proyecto del arquitecto Félix Sáenz Marrero.
En el marco del enfrentamiento entre tradición y modernidad, el Círculo se convierte en referente, más aún con el ingreso en la junta directiva de Eduardo Westerdahl y Domingo López Torres, integrantes Sección de Literatura junto a Domingo Pérez Minik. De ahí surge la revista Gaceta de Arte, catalizadora de un movimiento artístico que insertó a Tenerife en el circuito de las vanguardias europeas y cristalizó en la Exposición Surrealista Internacional. Volviendo a la época contemporánea, recuerdo con verdadero cariño cuando acudía al Círculo de Bellas Artes, con el objetivo de reunirme con personas como Domingo Pérez Minik, Eduardo Westedalh, Leopoldo de la Rosa, Eloy Díaz de la Barreda, Eduardo Camacho, Emeterio Gutiérrez Albelo, Máximo Escobar, Andrés Pérez Faraudo, su mujer, Juana, las hermanas Tinaut, Enrique Lite, Toribio, Maria Belén Morales Gómez, Raúl Tabares, Fernando Delgado, Emilia Mesa, Jesús Ortiz, Antonio González Suárez, Marisol, Juan Cruz, Luis Alemany, Pedro González, Susana, Carmita, Teodoro Río, Pedro García Cabrera. Un lugar, dedicado al arte y la cultura, donde cada día se reunían artistas, escritores, poetas y muchos socios del Círculo de Bellas Artes, cuyo presidente en aquella época era Antonio Lecuona Hardisson. También estaban los cuadros de Francisco Bonnin Guerìn, acuarelista, padre y Bonnin, hijo y de Galarza.
Muchas fueron las exposiciones que pude observar y que ayudé a montar, junto con la encargada del Círculo de Bellas Artes, Susana. Muchas fuero las tardes-noches que me reuní con todas aquellas personas intelectuales, artistas y dramaturgos como lo fue Eloy Díaz de la Barreda. En aquellos años entre los sesenta y 70, ya venía saliendo una nueva gama o cantera de dramaturgos. Entre ellos, Cirilo Leal Mújica, psicólogo, periodista, guionista de televisión y autor dramático. Ha sido presidente de la Asociación Canaria de Escritores y ha recibido el premio Réplica de Honor de la Asociación de Empresas de Artes Escénicas de Canarias. Muchos de sus libros están avalados a través de las tradiciones populares, teatro, cambullón y fuentes orales. Así pasé una gran parte de mi adolescencia en el Círculo de Bellas Artes.
También recuerdo con mucho cariño cuando acudía a las clases particulares en la Academia Santos Domingo de Guzmán, ubicada en la Calle del Castillo. Clases que se impartían por las noches y que me las pagaba, Susana. También estuve como oyente en la Escuela de Comercio. Así pues, una época que marcó mucho mi vida, donde solía sentarme con todos estas personas pensantes de la cultura y arte. De todos ellos aprendí valores importantísimos. Me acogieron como a un hijo adoptivo de la literatura de Canarias. Yo solamente me limitaba a escuchar. Eran conversaciones muy profundas, llenas de contenidos de libertades y democracias. De la misma manera, aquí nombro a muchas personas, pero todavía me quedan por citar alguna más, pero en estos momentos mi mente me dice que hasta aquí hemos llegado.