Canarias: "la tierra prometida" de pateras y cayucos

12.09.2020 | Redacción | Opinión

Por: Rafael J. Lutzardo Hernández

Ni que decir tiene, que Canarias se ha convertido en la ruta preferida para la entrada de inmigrantes procedentes de las costas africanas. Unas pateras llenas de seres humanos que buscan la “tierra prometida”, pero que muchos de ellos solo encuentran las fosas de la muerte en el Mediterráneo y el Atlántico. Desde comienzos de año y, especialmente desde el surgimiento de la pandemia del coronavirus a principios de marzo de 2020 se ha comprobado un fuerte descenso en la llegada de migrantes a las costas de la Península, Baleares y Ceuta y Melilla. El cierre de las fronteras de Marruecos y los peligros de atravesar buena parte del continente africano, ha provocado que las rutas desde la costa sur del Sahara y Senegal se conviertan en los principales punto de salida de aquellas personas que huyen de las guerras y el hambre en África.

Por otro lado, y como describe Raquel Pérez Brito, nadie puede asegurar cuántas personas están siendo enterradas en el océano Atlántico entre África y Canarias. De ellas no sabemos el número de ocupantes de cada embarcación, ni sus edades, ni sus procedencias, ni sus nombres. Para siempre, sus familias quedarán colgadas en la esperanza de pensar que quizás habiten en algún lugar del mundo mejor del que partieron. Una pequeña representación de sus cadáveres consigue alcanzar tierra para ser sepultados con un número como única identificación.

En un estudio exhausto sobre el negocio criminal que suponen las rutas atlánticas de la emigración ilegal hacia las islas Canarias, Francisco Javier Vélez Alcalde, los describe de la siguiente manera. Centrándonos en la organización de una travesía en cayuco desde uno de los puntos de salida más cercanos, y según las estimaciones realizadas por los oficiales de enlace de la Guardia Civil en Mauritania, Senegal y Cabo Verde, se puede establecer una primera aproximación al volumen económico del tráfico marítimo a partir de las siguientes estimaciones.

España es la puerta de entrada al “sueño europeo” que comparten la mayoría de los emigrantes magrebíes y subsaharianos. La desigualdad de oportunidades en ambas orillas del Atlántico y del Mediterráneo engrosa los flujos migratorios y desbordan los canales regulares de inmigración. La insuficiencia de los cauces regulares ha ido generando vías alternativas de inmigración que encauzan y estimulan la emigración hacia las costas que aproximan y separan los sueños de los emigrantes irregulares. La mayoría de quienes optan por la vía irregular llegan, después de realizar largos y penosos itinerarios por tierra que pueden durar meses en algunos casos, a algún punto de embarque en las costas de Guinea Conakry, Mauritania, Senegal, Gambia o del Sahara occidental para subirse a un cayuco o patera que les lleve hasta las Islas Canarias, que son la frontera sur de Europa.

El precio del cayuco en la reventa oscila entre los 6.000 y los 12.000 euros dependiendo de su tamaño.

El precio de los motores para las embarcaciones en la reventa se cifra en torno a los 1.800 euros.

El combustible necesario para la travesía desde las costas de Mauritania tiene un precio de unos 1.000 euros contando con un consumo total de unos 1.800 litros de combustible.

El sueldo de cada uno de los tres patrones que embarcan en cada cayuco asciende a una cantidad que oscila entre 300 y 500 euros, aunque a veces estas labores se hagan a cambio de no pagar el viaje.

El precio de las salidas oscila entre los 600 euros sin estar asegurada y sin proporcionar al inmigrante apoyo logístico alguno y los 900 euros para salidas garantizadas en los que se incluye el apoyo logístico completo y vestuario adecuado para el trayecto. En los casos de los viajes en patera desde el Sahara occidental, el coste oscila entre los 800 y los 1.000 euros para inmigrantes de origen subsahariano y asiático y entre 400 y 600 euros para los marroquíes. Si la salida es en barco pesquero el precio de la salida asciende a los 1.800 euros.

Aparte de estas cantidades, los organizadores están pagando una cantidad que oscila entre 9.000 y 11.000 euros a quienes pueden garantizar la salida de embarcaciones en los diferentes países.

De esta manera, el beneficio económico de la organización de un viaje desde las costas de Mauritania en cayuco de unos 25 metros de eslora equipado con dos motores, en el que se embarcan 150 personas con salida garantizada, sería de unos 106.900 euros, que se puede desglosar en 28.100 de gastos para la organización de la salida y 135.000 de ingresos por el pago de los pasajes. Según estos cálculos, en el año 2006 se habrían generado aproximadamente unos 75 millones de euros sólo en las rutas del Atlántico como beneficios por la organización de viajes en pateras y cayucos, unos beneficios de explotación desproporcionados en comparación con los riesgos asumidos por los organizadores.

La lucha contra este tipo de inmigración clandestina está generando importantes gastos para Europa y un especial esfuerzo económico, material y humano a la Administración española. Por un lado, en torno a los dos millones de euros, que suponen directamente el desarrollo de cada una de las operaciones de vigilancia y control de las fronteras marítimas en África, a lo que hay que sumar el coste de las repatriaciones, de los medios de las Fuerzas Armadas y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, Cruz Roja, Salvamento Marítimo y otros organismos que intervienen en este tipo de misiones y el mantenimiento de los Centros de Internamiento, etc. Por otro, hay que añadir las partidas financieras destinadas a compensar a los Gobiernos africanos por su colaboración en la gestión de los flujos clandestinos mediante la firma de acuerdos que permiten ejercer la acción policial en sus aguas territoriales y activar los procesos de repatriación de sus nacionales irregulares llegados a Canarias. En este sentido, los últimos acuerdos firmados por España con Guinea–Conakry, Senegal y Gambia en concepto de ayuda inmediata en materia de control de la inmigración ilegal han costado unos cinco millones de euros cada uno y la ayuda española a la región subsahariana se ha triplicado durante los últimos tres años, superando en 2007 los 700 millones de euros.

Por último, la organización de travesías atlánticas desde África hacia las Islas Canarias mediante embarcaciones artesanales tipo patera o cayuco y los denominados “buques negreros” se ha convertido en un negocio muy lucrativo para las redes criminales que operan en los países de origen, tránsito y destino de los inmigrantes irregulares. Este tipo de redes mafiosas no están todavía muy estructuradas pero han ido perfeccionando sus procedimientos de actuación desde 2005, modificando las rutas y potenciando sus capacidades informativas para adaptarse a los sistemas y despliegues aeromarítimos de vigilancia y control de las fronteras marítimas en los escenarios canario y africano. Su desarrollo hubiera sido mayor de no ser por los siguientes factores: el esfuerzo multidisciplinar que viene desarrollando España en su lucha contra la inmigración ilegal y que se traduce en una acción diplomática en África sin precedentes, buscando una permanente cooperación policial y administrativa bidireccional; la ejecución por primera vez en Europa de operaciones de control de las fronteras marítimas en aguas territoriales de terceros países, mediante el despliegue intermitente de medios aeronavales de la UE y permanente de los adscritos al Ministerio del Interior español, especialmente los pertenecientes al Cuerpo de la Guardia Civil; el establecimiento de oficiales de enlace y agregados de interior en Marruecos, Mauritania, Senegal, Cabo Verde y Guinea Bissau; la cooperación policial por parte de los países africanos afectados; la política española de repatriaciones; y la centralización de todas las actuaciones tras la creación del Centro de Coordinación Regional de Canarias. Todo lo anterior ha permitido una disminución de un 57% respecto a 2006 en el número de embarcaciones llegadas a Canarias, la detención de casi 3.000 personas en año y medio y la interceptación de más de 8.000 candidatos a la inmigración irregular.

Imagen: Patera con la que los inmigrantes arriban a las costas de canarias

Rafael J. Lutzardo Hernández

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