16.05.2020 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
Vivimos tiempos de incertidumbres; de miedos y de preocupación. Ya no hablamos como antes; nos distanciamos y evitamos cruzarnos con las personas. Incluso, de los amigos. Todos tenemos miedos de infectarnos y contagiarnos entre nosotros mismos. Las miradas a través de las mascarillas delatan histerias, miedos y pánico, motivado por una nueva forma de vivir en un mundo que ya no es como antes.
Yo no sé si este virus pandémico COVID-19 nos obligará cambiar nuestra manera de pensar, especialmente en la forma en la que hemos vividos en este planeta tierra y de como lo hemos tratado. Lo cierto es, que el mundo está casi parado por este francotirador invisible, pero muy inteligente, nacido no sé en que lugar del rincón del mundo o de las leyes del universo.
Tampoco sé a ciencia cierta, si esta nueva experiencia bacteriológica aterradora la cual seguirá entre nosotros hasta que la Ciencia sea capaz de conseguir la tan deseada vacuna, nos hará cambiar para ser más humanos: sensibles, nobles y solidarios. Y de paso, no ser tan materialistas, egoístas y depredadores con la naturaleza. De igual modo, el mundo es como un reloj, el cual deja de funcionar cuando tiene agotada su fuente de alimentación como mes una pila. Es por ello, y para que ese reloj pueda seguir funcionando, necesita de un nuevo cargador.
Lo mismo sucede con nuestro planeta tierra. Es decir, necesitaba un cambio, una nueva renovación, una nueva oportunidad para los seres vivos que componen el medio ambiente, pero pagando una alta factura, triste y dolorosa ante las miles de muertes producidas por el coronavirus, junto con otras patologías.
Creo que es el momento de saber valorar lo que tenemos en nuestros hogares, nuestras familias, pero también lo que hay fuera de nuestro entorno. Es decir, el medio ambiente, la naturaleza, el aire que respiramos y nuestros amigos. Ojala que este COVID-19 se vaya de nuestras vidas y logremos vivir de una manera más humilde y saber aprovechar los valores que nos ofrece la vida.
Y que las muertes de las personas que se han marchado en silencio de este mundo por el coronavirus, no sea en vano. Una generación, que en otra época también tuvo un presente y que contribuyeron para que este país fuera creciendo en libertades y derechos, convirtiéndola en una sociedad pluralista y democrática.
Por otro lado, hoy tenemos otra generación, posiblemente más preparada, pero carente de valores humanos. Confiemos que esos valores que han estado ausentes en este comienzo de siglo XXI, se puedan recuperar desde los principios, amor y respeto entre las personas, la vida y las cosas.