23.12.2017. San Sebastián de La Gomera.
Durante los últimos tiempos el Cabildo de La Gomera ha impulsado diversos cursos en distintos municipios de la Isla con el fin de formar al sector de la artesanía, abrir sus posibilidades de recuperar esta actividad y convertirla en una profesión más o menos rentable.
El presidente del Cabildo de La Gomera, Casimiro Curbelo Curbelo, considera que el objetivo a medio plazo es la creación de empresas y colectivos en los que se integren los jóvenes de la Isla, con el fin de mantener la rica tradición alfarera que existe en la Isla desde hace siglos. La iniciativa se enmarca en el Plan puesto en marcha por la institución insular y que busca dar continuidad a este oficio como una actividad propia y a la vez servir de atracción para captar a nuevos artesanos. Curbelo recuerda el interés creciente que estas piezas tienen entre los vecinos y turistas y suponen una forma de patentizar las particularidades de La Gomera en cuanto su riqueza etnográfica.
En el caso del curso de cestería que se organizó por quinto año consecutivo se trabajó en varias líneas a la vez; por un lado en la formación y por otro en poner a los artesanos al día en cuanto a las posibilidades que ofrece hoy la informática. Ahora le toca el turno a la alfarería tradicional cuyos cursos se iniciarán a principios del próximo año y en los que Ana Delia Barrera, será una de las encargadas de impartirlos. No es la primera ocasión. Esta artesana también lo ha hecho en Vallehermoso y ahora le toca el turno a San Sebastián donde ya se ha constatado que existe bastante interés en participar en los mismos. La mayoría busca en la alfarería tradicional una forma de relajarse, matar la curiosidad, pasar el tiempo y a la vez conocer una tradición ancestral de La Gomera. Pero también los hay que luego se presentan a los exámenes para obtener el carnet de artesanos porque quieren dedicarse profesionalmente a estas labores.
Ana Delia es de El Cercado y allí aprendió a elaborar estas piezas por parte de las mejores maestras: Rufina y Guadalupe Niebla, dos nombres legendarios de la alfarería gomera. Sin embargo, con el tiempo se desplazó a vivir a San Sebastián y como no cuenta con taller propio se ha dedicado a impartir numerosos cursos y talleres a lo largo de los últimos años. De todas formas señala que es realista y que tampoco podría haber mantenido a una familia con este tipo de artesanía. Dice que a los alumnos lo que más les cuesta aprender es a elaborar la mezcla porque no existen recetas, sino que se debe hacer a ojo. Las piezas preferidas por los participantes son las pellas en las que se mantiene el agua fresca en los hogares. Curiosamente son las más difíciles de elaborar.
María Candelaria Luis González es la responsable de los cursos que se han impartido en la Isla y en el que han participado de una forma u otra casi un centenar de personas. De todas ellas sólo una ejerce como artesana pero a la próxima convocatoria para obtener el carnet se presentarán otras tres más. Por lo tanto queda claro que el resto de los alumnos asiste por pura afición y para aprender una modalidad que les resulta curiosa y atrae su atención. “Lo importante es que hemos conseguido mantener la tradición porque en realidad vivir de esto resulta casi imposible”, señala.
Luis González es especialista en elaborar materiales hechos con mimbre de todas las formas y utilidades. Desde las cestas, a los cestos de uva, para poner la ropa o las papas o los huevos, con o sin tapa… las variedades son numerosas. Cuando se le pregunta si estas piezas son caras, rápidamente contesta que “la artesanía nunca es cara porque está hecha a mano, va a durar mucho tiempo y lleva mucho trabajo”. Recuerda que los propios alumnos cuando son conscientes de la dificultad de estas labores le confiesan que a partir de ese momento jamás regalarán una cesta.
Lo que más les cuesta aprender a los asistentes es lo referente a abrir las cañas y a llevar a cabo los remates. No obstante, todo depende de las habilidades y la costumbre que cada uno tenga de trabajar con las manos. Esta profesora, por ello, se lamenta de que los cursos no duren más porque con las habituales cincuenta horas apenas da tiempo para aprender algo. Ha tenido casos de personas mayores que poco después de empezar a recibir clases tiran la toalla. No obstante, la mayoría de los alumnos tienen entre 30 a 50 años. Sobre si existe alguna particularidad en la cestería de La Gomera con respecto a la de otras Islas, indica que sí ha percibido que la elaborada en el norte de Tenerife y en El Hierro tienen una consistencia distinta y las piezas son más ligeras.
Domingo García es un artesano que ya se ha especializado en modalidades como la tejeduría, hilado de lana o elaboración de elementos hechos con la hoja de palma como sombreros o bolsas. Pero en los dos últimos años también ha participado en los cursos organizados por el Cabildo sobre todo el mundo relacionado con la cestería. Su intención es dedicarse a estas labores y por ello se presentará el próximo 28 de diciembre al examen para obtener el correspondiente carnet.
Haber participado en el curso anterior le ha dado mucha ventaja con respecto a los que se han apuntado este año. Pero no obstante, asegura que siempre se acaba aprendiendo algo nuevo y se despejan dudas que existían. Por ello, espera aprobar la prueba sin mayores complicaciones. Indica que la cestería en La Gomera es muy similar a la del resto de Islas. Los elementos que se utilizan son mimbres, cañas o pírgano y las formas tampoco difieren de las de otros lugares y básicamente se concretan en cestas redondas, cuadradas, jarrones o serones para los burros. En este último caso como ha decaído casi totalmente su uso original hoy se utiliza más bien como elemento decorativo.
La cestería, como casi todos los productos artesanos, despierta el interés de los turistas quienes, no obstante, se decantan por las piezas más pequeñas. En el caso del mercado local las ventas siguen siendo muy limitadas pero todavía se adquieren con el fin de utilizarlas en romerías o como fruteros o simplemente como recuerdos de épocas pasadas. García resalta que, sin embargo, el interés que se va despertando año por año es creciente. Como ejemplo dice que en el último curso participaron 20 alumnos, el doble que en el anterior. Lo que da una cierta esperanza de que poco a poco este mundo se va a impulsar y revitalizar.
Aún así es cierto que muchas personas se apuntan a los cursos, se presentan a los exámenes para obtener el carnet, aunque finalmente se dedican a otras labores. Pero por lo menos se tienen ciertas garantías de que esta tradición se aleja cada vez más de su desaparición. Este artesano opina que los precios que se pagan no son tan elevados si se tiene en cuenta el trabajo y tiempo que requiere su elaboración. Incluso cree que las piezas tienen un valor bastante económico. Hay que tener en cuenta que los trabajos comienzan en febrero que es la época propicia para recoger el mimbre, luego hay que dejarlo secar y a continuación ponerlo catorce días a remojo. El trabajo se complica si se quiere utilizar también la caña. Curiosamente, en algunos casos lo que menos tiempo lleva es la elaboración final de las piezas. En apenas un par de horas pueden estar acabados, si son pequeñas y de elaboración sencilla.
No obstante, García cree que aún se está muy lejos de que esta sea una labor rentable de la que se pueda vivir y convertirse en autónomo resulta poco menos que una quimera por los altos costes que supone. Por lo tanto, y al menos de momento, a la espera de que lleguen tiempos mejores, esta será tan sólo una actividad complementaria y casi una afición en la que emplear sus ratos de ocio.