Fernando Pessoa: “su genio literario sólo fue plenamente reconocido después de su muerte”.

20.11.2017. Santa Cruz de Tenerife.

Por: Rafael J. Lutzardo Hernández.

En el 2002, siendo alcalde de ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, Miguel Zerolo, se inauguró la plaza que sustituyó a los antiguos aparcamientos situados en el entorno de la Palmera del Parque García Sanabria, y del autor del diseño, el artista Pepe Dámaso. El lugar lleva el nombre del escritor y poeta portugués Fernando Pessoa. La plaza presenta un conjunto escultórico con una fuente de cilindros de hormigón forrados con azulejos de trencadís. Al lado de la fuente se encuentra una escultura de bronce que imita la hoja de un libro en la que aparece una poesía de Pessoa. Estos versos se han grabado con un sistema especial, y las letras son troqueladas para que puedan leerse con la iluminación nocturna. Los materiales que decoran la nueva plaza son de cerámica, trabajada según la técnica «gaudiniana», y el bronce, que dará vida a una lámina con una referencia que Pessoa dedicó a su ciudad, y que será tomada para alabar la Capital tinerfeña.

Con motivo de mi reciente viaje a Lisboa pude contactar con la historiadora portuguesa, Felisa Pérez, la cual, y en si día, hizo un estudio sobre la vida del señalado poeta y escritor portugués. Fernando Antonio Nogueira Pessoa, en el año 1935, en la ciudad de Durban, en la colonia británica de Sudáfrica, donde su padrastro era el cónsul, nació en 1888, en Lisboa, allí murió en 1935, y pocas veces dejó la ciudad en adulto, pero pasó nueve años de su infancia en Durban. Fue un poeta y escritor portugués, considerado uno de los más brillantes e importantes de la literatura mundial y, en particular, de la lengua portuguesa.

Hay que recordar que Portugal es también otra de las nacionalidades que ha contribuido a enriquecer el léxico canario. Desde la Academia Canaria de la Lengua estiman que unas 2.000 palabras canarias tienen un origen portugués. "Suelen estar relacionadas con el ámbito de la pesca, la agricultura y la carpintería", las principales actividades a las que se dedicaban los asentamientos portugueses en las Islas en el siglo XVII.

Según señala Felisa Pérez, “Fernando Pessoa tenía cinco años cuando su padre murió de tuberculosis; convirtiéndose en un muchacho tímido y lleno de imaginación, y en un brillante estudiante. Más tarde, y cuando tenía 17 años, volvió a Lisboa para entrar en el Curso Superior de Letras, que abandonó después de dos años, si haber haber hecho un solo examen. En la Biblioteca Nacional, donde solía leer muchos libros de filosofía, religión, sociología y literatura portuguesa en particular, a fin de completar y expandir la educación tradicional inglesa que había recibido en África, prefirió, que pronto abandonó, prefiriendo estudiar por su cuenta en al Biblioteca Nacional del Sur”.

Acto seguido, Felisa Pérez comentó que “su producción de poesía y de prosa en inglés fue intensa durante este período, y alrededor de 1910, ya escribía también mucho en portugués. Publicó su primer ensayo de crítica literaria en 1912, el primer texto de prosa creativa; un fragmento del Libro del Desasosiego) en 1913, y los primeros poemas de adulto en 1914”.

En su investigación sobre la vida de Pessoa, la historiadora portuguesa dijo que “Fernando Pessoa fue una persona que vivió en ocasiones con parientes y otras veces en habitaciones alquiladas. Fue un hombre que se ganaba la vida haciendo traducciones ocasionales y redacción de cartas en inglés y francés para firmas portuguesas con negocios en el extranjero. Aunque solitario por naturaleza, con una vida social limitada y casi sin vida amorosa, fue un líder activo de la corriente modernista en Portugal en la década de 1910, y él mismo inventó algunos movimientos, entre ellos un Interseccionismo de inspiración cubista y un " estridente y semi-futurista «Sensacionismo». Pessoa se mantuvo alejada de las luces de la cumbre, ejerciendo su influencia, sin embargo, a través de la escritura y de las tertulias con algunas de las más notable figuras literarias portuguesas”.

De la misma manera, sigue argumentando la joven historiadora portuguesa, “Pessoa fue respetado en Lisboa como intelectual y como poeta, colaborando ??regularmente sus trabajos en revistas, algunas de las cuales ayudó a fundar y dirigir, pero su genio literario sólo fue plenamente reconocido después de su muerte. Sin embargo, muchas personas estaban convencido del propio genio, y vivía en función de su escritura. Aunque no tenía prisa en publicar, tenía planes grandiosos para ediciones de su obra completa en portugués e inglés y, al parecer, guardó la casi totalidad de lo que escribió”.

En lo que respecta a la madre de Pessoa, Felisa Pérez comentó que “en 1920 la madre de Pessoa, tras la muerte del segundo marido, dejó a Sudáfrica de regreso a Lisboa, donde alquiló un piso para la familia reunida-él, la madre, la media hermana y los dos medios hermanos- en la calle Coelho da Rocha, nº 16, en la que es hoy la Casa Fernando Pessoa. En aquel entonces, pasaba los últimos quince años de su vida conviviendo mucho con su madre, que murió en 1925, y con la media hermana, el cuñado y los dos hijos de la pareja (los medios hermanos de Pessoa emigraron a Inglaterra), aunque también pasaba largos tiempos en la casa solo. Familiares de Pessoa lo describieron como afectuoso y bien humorado, pero muy reservado. Nadie tenía idea de cuán inmenso y variado era el universo literario acumulado en el gran arca donde iba guardando sus escritos a lo largo de los años”.

Sin duda, prosigue la historiadora, “el contenido de este arca -que hoy constituye el espolón de Pessoa en la Biblioteca Nacional de Lisboa; comprende más de 25 mil hojas con poesía, piezas de teatro, cuentos, filosofía, crítica literaria, traducciones, teoría lingüística, textos políticos, horóscopos y otros textos surtidos, tanto mecanografiados como escritos o garabateados ilegiblemente a mano, en portugués, inglés y francés. Fernando Pessoa persona escribía en cuadernos de notas, en hojas sueltas, en el reverso de cartas, en anuncios y panfletos, en el membrete de las firmas para las cuales trabajaba y de los cafés que frecuentaba, en sobres, en sobras de papel y en los márgenes de sus textos antiguos. Para aumentar la confusión, escribió bajo decenas de nombres, una práctica, o compulsión, que comenzó en la infancia. Llamó heterónimos a los más importantes de estos «otros eus», dotándolos de biografías, características físicas, personalidades, visiones políticas, actitudes religiosas y actividades literarias propias. En el siglo XVIII, en el siglo XVIII, en el siglo XVIII, en el siglo XVIII, en el siglo XVIII, por Alexander Search y Charles Robert Anon. Jean Seúl, el solitario heterónimo francés, era ensayista. Los muchos otros alter-egos de persona incluyen traductores, escritores de cuentos, un crítico literario inglés, un astrólogo, un filósofo, un fraile y un noble infeliz que se suicidó. Había hasta un «otro yo» femenino: una pobre jorobada con tuberculosis llamada María José”.

Más adelante, Felisa Pérez dijo que: “como se sabe, no fueron muchos los viajes realizados por Fernando Pessoa. Además de las señaladas, se supone que eventualmente podría haberse desplazado una vez al puerto y otra al Fundão, aunque no existen elementos que lo confirmen. Los viajes de Fernando han tenido casi siempre que ver con la familia. Por su iniciativa raramente las realizó. En 1916 fue invitado por la tía Anica a visitar la Suiza. Ese mismo año programó una visita a Teixeira de Pascuaes que vivía en su solar en la región de Basto, a 3 kilómetros de Amarante”.

En lo que se refiere a su muerte, la historiadora portuguesa manifestó que “todo en él era inesperado. Desde su vida, hasta sus poemas, hasta su muerte. Inesperadamente, como si se anunciara un libro o una nueva corriente literaria por él idealizada y vitalizada, corrió la noticia de su muerte. Un grupo de amigos lo condujo ayer a un yacimiento banal del Cementerio de los Placeres. Allí quedó, vecino de otro gran poeta que él admiraba, junto a su querido Cesario, de aquel Cesario que él no había conocido y que, como nadie, comprendía”

“Si Fernando Pessoa murió, si la materia abandonó el cuerpo, su espíritu no abandonará nunca el corazón y el cerebro de los que lo admiraban. Entre ellos queda su obra y su alma. A ellos corresponde velar para que el nombre de aquel que fue grande no caiga en la fosa común del olvido. Tenía 47 años el poeta que ayer fue a enterrar. Cuarenta y siete años y un gran amor a la vida, al arte, a la belleza. En cuanto nuevo, acaso del destino, a lo que obedeció completamente, Fernando Pessoa teósofo, cristiano, que conocía todas las sectas religiosas y las negativistas, pagano como sólo los artistas saben ser, Fernando Pessoa obedeció ciegamente al destino; lo llevaron a África del Sur. Y en la Universidad del Cabo cursó el inglés. Y de tal manera estudió la lengua que Shakespeare y Milton inmortalizaron que, años pasados, presentaba en los cercles literarios de serena Albion cuatro libros de poemas - «English Poemas, I, II, III, IV»; «Antinuous» y «35 sonnets». Y en un concurso de lengua inglesa alcanzó el primer premio. Los servicios fúnebres estuvieron a cargo de la Agencia Barata”. Así fue Fernando Pessoa, el cual paseaba tirando al aire su sombrero. Un grande de la literatura y poesía universal, junto con otro portugués como fue José Saramago, Premio Nobel de Literatura.

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